La mida

Anna Andreu, guitarra en mano y con Marina Arrufat como imprescindible compañera de viaje a la batería, coros y teclados, nos regalaron en pleno confinamiento una de esas joyas sonoras que, con una sola escucha, ya te proporcionan una vida extra, "Els mals costums" (20). Tras ese primer vendaval poético e instintivo de melodías que se quedaron pegadas como salitre mediterráneo en nuestra piel, vuelven a parir otro emocionante milagro, "La mida" (22).

Poco más de 21 minutos que nos paralizan como una fresca brisa y fuego al mismo tiempo, en los que la medida y el equilibrio son el epicentro de un huracán de sentimientos contenidos, donde la dulzura melódica se templa y contrarresta con versos y sonoridades empapadas de amarga y adictiva oscuridad. Todo con un extra de envolventes coros y sintes espectrales, más una guitarra que late a forma de bajo por momentos, aumentando la paleta sonora del proyecto y surcando de la mano nuevas y luminosas ensoñaciones. Sin perder un ápice de su personalísima esencia, se alejan del folk primigenio y se expanden en una suerte de pop metafísico con sello propio, en el que arde su poética simbólica entre la mística y la carne. Repiten equipo con Jordi Matas a los mandos de una producción interestelar.

La búsqueda del omnipresente punto medio en "La mida" se muestra también en la hermosa e inquietante portada, que recuerda con sus contrastes de fondo negro y ropa anaranjada a la estética de las cerámicas griegas, mostrando orgullosos lo que nos conviene en una mano y escondiendo en la otra (contraportada) lo que no queremos enseñar.

De los desnudos acordes y delicada atmósfera de la “Penyora” inicial (una de esas canciones que es imposible no dejar en repeat infinito), donde comenzamos a flotar y compartir esa “pena tan grande sobre una espalda tan pequeña”, con Anna acariciando y abriendo heridas a cada verso; a “morir en el amanecer de una noche tan pura”, dejándonos llevar por el pulso de las baquetas de Marina y su oleaje sintetizado, nadando mar adentro en “La certesa”, con reminiscencia a los Portishead más oníricos en medio de una carretera secundaria que conduce a Twin Peaks, tras la tregua de una tormenta y bajo la aparición de un arcoíris que agujerea y desangra nubarrones.

Si ya hemos rozado el cielo, en “Un son” Ferran Palau y Anna Andreu tejen una enredadera de luz por la que trepamos al espacio exterior y más allá, con Marina disparando unos sintes futuristas y brillantes que son la guinda perfecta al conjuro. “Troba la justa mesura / i que no sembli el mateix”. Encontrarse en un sitio concreto y que todo funcione, “La forÇa i el temps”, Marina Arrufat y Anna Andreu: “Encuentra la justa medida y que no parezca lo mismo”, una declaración de intenciones que cumplen y funden en otro de los temas ganadores de la obra, entrelazando voces y tejiendo paisajes rebosantes de aromas y texturas mil.

La vaporosa bruma electrónica de “Hores per dies” (podría haber sido hermana de surcos de las pistas del "Clamor" de Maria Arnal i Marcel Bages), con los coros celestiales de Marina y la pureza vocal de una Anna Andreu que vuelve a caminar descalza sobre las aguas, da paso a la dulzura amarga y venenosa de “Un gest” que, sin que te des cuenta, se te clava muy adentro.

“Tu m’hauries sentit / orella furtiva? / Apretant les dents, / agafant la mida”. Recta final con el sublime vaivén contenido de la titular “La mida”, con ese sentido estribillo que arde y cruje sobre un manto sónico resplandeciente, para, aún cegados de emoción, coger carrerilla, chocar y romper “El mur” final. La guardia se baja y la contención reinante se resquebraja bajo un tornado de guitarras distorsionadas que se antoja pura catarsis liberadora en directo.

Sin temor a equivocarme y aunque aún es primavera (en La mida siempre lo será, porque florece azahar con espinas a cada escucha), estamos ante una de las obras más bellas y misteriosas del año.