La herida
DiscosAlberto & García

La herida

8 / 10
David Pérez — 17-04-2023
Empresa — Boomerang Discos
Género — Canción

Me van a perdonar, pero tengo que soltarlo: con Alberto & García me está pasando, desde un tiempo para acá, lo que me ocurrió hace ya casi 15 años con The Wave Pictures la primera vez que los escuché. Quizás tengan pocas cosas en común las dos bandas y ni los “Seis grados de separación” que propuso Frigyes Karinthy me den para unir la dos propuestas y justificar esta improcedente y casi marciana comparación… Pero, si la música es algo, por encima de todo, son emociones que vienen y van y te impactan en un momento determinado en el pecho, y ese idéntico flechazo que me despertaron las melodías y estribillos que despejaban nubarrones del trío inglés capitaneado por David Tattersall hace casi tres lustros, fue el mismo que me impactó con la música de Alberto & García cuando sacaron su tercer disco “Flores negras” (20), álbum con el que los conocí. Y si estuve años recomendando a The Wave Pictures a todo el que me preguntaba (y a los que no, también) sobre qué escuchar, ese es el mismo modus operandi que he seguido con la música de Alberto & García desde aquel resplandeciente “Flores negras” de 2020. ¿Por qué? Muchos son los motivos: instrumentistas de diez, voz singular, temas redondos, transmiten amor por lo que hacen y, en conjunto, poseen un genuino sello propio que los hace inconfundibles. Pero, por encima de todo, siempre los recomiendo por una cosa: sus canciones desprenden esa luz natural y brisa fresca que puede alegrar el peor de los días. Y esa “sencilla” y mágica fórmula sanadora, la encontramos a borbotones en “La herida” (23), desde la palpitante portada en llamas hasta el último de sus surcos.

Los asturianos, con la cálida producción de Toni Brunet, nos regalan una docena de deliciosas canciones que atraen como el fuego de la hoguera de San Juan a los deseos, escondidos en trozos de papel, ansiosos por arder y renacer en esa gran lengua en llamas que baila y se burla del cielo. Así nos adentramos, corazón en mano, en “La herida”, y “Arde París” a fuego lento, meciéndonos poco a poco y mostrándonos el sendero y “la flor entre las rocas”; para, en el siguiente parpadeo, dejarnos tocados y hundidos con ese irresistible y dulce soniquete de “La noche del 24”, rematándonos con estrofas pegadizas en las que intentamos rehacer eso que, latiendo más de la cuenta, se nos escurrió entre los dedos, haciéndose, como cristal, mil pedazos antes de tocar el suelo. El baile no cesa, bajo la fina lluvia de estribillos que iluminan y calan hasta los huesos: peleando a la contra y “quemando equipajes”, hermanados y riendo tras cada fracaso, levantándonos tras cada caída en la “Tribu”, sujetándonos con manos amigas y encontrándonos “Por el camino”, regusto fronterizo extra incluido, con Depedro y Alberto fundiendo versos juntos.

“Te dejo el mundo, / las canciones, qué sé yo… / Me voy abriendo el pecho, / sigo sin rumbo, pero hacia donde voy / no importa si no llego”. Llega el tema titular y de mi vinilo florece un problema que quizás sea defecto de fábrica: la aguja entra en un laberinto de emociones del que se niega a salir. “Para parar la herida, / para dejar que sangre, / para ver la salida / que tengo delante”. Buena suerte para todas y todos, la necesitaréis para escapar del bucle. Aroma a tierra mojada y flores, a folclores de ida y vuelta marca la casa, doliente y curativa, cumbia incicatrizable, “La herida”.

El septeto no deja de brillar y los sones latinos, crujientes y soleados, siguen creciendo, expandiéndose y quemando pieles enamoradas: de los ecos cubanos de “Rayos y truenos”, al bolero juguetón que rezuma también caribe colombiano en “Rayito de luna”, pasando por esa otra hermosísima “canción de salvavidas”, unos ojos que son “Medicina” y océanos donde no nos cansamos de ahogarnos una y otra vez.

Si el fuego en la noche tintinea como estrellas en la sensualidad selvática de “Paloma blanca” (verbena amazónica que invita al trance colectivo y se antoja calurosa jarana en directo), antes “nos bañamos en agua fresca y mordemos la vida entera” bajo la brisa soulera de la fantástica “Jacques Cousteau”, hit incontestable con regusto a Quique González y Ángel Stanich.

Mención aparte merece también el arte de “La herida”, obra del saxofonista (clave y omnipresente en cada pista), Manuel García “El Nolas” (en colaboración con La Parrocha Estudio), un artista plástico que además de soplar como nadie, dará mucho que hablar con su obra pictórica, tiempo al tiempo.

“No me repitas la hora / que no me quiero marchar”, pero sí, se acerca el final con “La gran broma”, aparcando el folclore latino y haciendo que flotemos en una plácida y envolvente acústica pop, con toda la banda fundiéndose en perfecta armonía, con unos coros y vientos crecientes que no nos dejan tocar tierra. La despedida llega acunándonos en ese “tener y haber perdido” que nos arranca de cuajo el frío, con sabor a tequila y ranchera doliente en una bellísima “Caer rendido”, cerrando y dejando abierta “La herida” que, queramos o no, jamás cicatrizará del todo.

 

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