Con la foto de sus cuatro madres presidiendo la portada del disco, los miembros de La Habitación Roja nos envían sin equívocos una declaración de intenciones unánime con respecto a lo que nos espera en este, su décimo-cuarto larga duración. Un solemne retablo, capturado en blanco y negro y encuadrado en las profundidades del bosque de Entrepinos (Valencia), con el que la banda logra hacerle justicia visual a un legado de tres décadas marcadas por el romanticismo más puro y la emoción a flor de piel.
“Crear” (Intromúsica, 24) es la demostración de que ni el paso del tiempo ni los amargos desajustes del presente han conseguido ennegrecer el espíritu de una de las bandas más en forma de su generación. Paso a paso, y manteniéndose fieles a su particular manual de estilo, el cuarteto valenciano ha terminado alcanzando cuotas de deliciosa verdad en sus letras, desnudando sin dobleces ni cinismos un puñado de versos con los que son capaces de remover los sentidos del oyente hasta los mismísimos cimientos. Sin exigir de elaboradas figuras retóricas y quizás marcado por su reciente salto literario, Jorge Martí demuestra haber depurado su talento lírico hasta sublimar el arte de la expresión más sentida, siendo así capaz de seguir tocando el interior de quienes le escuchamos (“Has de quererte bien, has de cuidarte más / Las horas muertas hay que resucitar”, canta con afectivo aplomo y al son de las brillantes teclas de Endika Martín en la inicial “Crear Siempre Es Mejor Que Destruir”).
Y es que precisamente esa habilidad suya para seguir emitiendo mensajes que le hermanan con su público es lo que hace que, lejos de tratarse de un disco más en su trayectoria, “Crear” se defina con total firmeza como uno de los capítulos más significativos y mejor ejecutados por la banda en los últimos tiempos. Después de adentrarnos en su vida más privada y conocer la raíz de muchos de los relatos que Martí y los suyos nos han brindado a lo largo de estos treinta años (especialmente, a través del ya mencionado libro “Canción de amor definitiva” o del documental “In the middle of Norway”), sentimos más que nunca que La Habitación Roja son para el oyente una familia. No solo por el inquebrantable y asentado vínculo del que sus miembros hacen gala a la mínima que pueden (por ejemplo, a través de esa complicidad expresa que observamos en temas como “Los Seres Queridos”), sino también por la forma con la que agradecidamente nos involucran en determinadas esferas de su intimidad, convirtiéndonos en una parte unívoca de su círculo de confianza (véase esa colección de recuerdos sobre su suegro que el vocalista atesora y plasma en la conmovedora “Como La Primera Vez”).
Sin embargo, no solo con su arsenal narrativo más cautivador logran dotar de solidez la propuesta de este elepé. El amplio repertorio de riffs reverberados que consiguen aglutinar en sus once cortes también hace que cada uno de los mismos posea una personalidad propia, incluso dentro de una homogeneidad ciertamente pareja, permitiéndonos pasar de la calma mediterránea y nostálgica de “Las Olas” a los punteos oscuros de “El Duelo” o la distorsión más rockera de “Svalbard”.
Todo vale y todo funciona en este cancionero impregnado con la esencia personal del grupo y destinado a evocar ilusión y esperanza. La experiencia es un grado y la de La Habitación Roja se manifiesta aquí con el determinismo de quien quiere convencernos de que, por muy fea que se ponga la cosa, siempre habrá una luz que nunca se apagará (“Cada momento es único y no va a volver / Acuérdate de hoy y ayer, de todo lo valioso que nos trajo aquí”).
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