“He creado un personaje tan flojito que tendré que marcharme de Madrid”, canta David Rodríguez en su tercera entrega como La Estrella. Esta sentencia de “Amor sin fin”, último corte, sintetiza la despiadada desmitificación propia y ajena que el de Sant Feliu de Llobregat propone desde 2007, y que ya entonces suscitó reacciones encontradas.
Aunque lo primero por lo que destaca “Consagración” -cuya insuperable portada y título redoblan su apuesta por ese cutrerío cómplice marca de la casa- es por un sonido más pulido, redondo, “profesional”, repleto de arreglos y virguerías electrónicas. Pero más allá del lujoso envoltorio, al que se suman diversos colaboradores (Ana Fernández, Muchachito, Luis Troquel…), no puede quedar otra cosa que esa visión esquinada del mundo. Una mirada tan tierna como cáustica. Lucidez lo llaman.
Empezar el asunto con una delicia como “Me ha parecido que estuvo en mi cabeza” con esos teclados entre New Order y Camela, ganará a todos aquellos que no puedan evitar ver el vaso medio vacío. El amor es de nuevo el gran tema, como demuestra en el single “Noches de blanco Satán”, epopeya íntima y universal del romántico teórico y loser aplicado que se viene abajo en el momento decisivo, a ritmo de post-indie naíf. O en la balada “Erosky”, donde se pone tierno. Pero hay más: “La primera piedra”, reflexión cínica y lúcida sobre la vida social, se acerca en la parte inicial a Joy Division, con ese bajo lapidario; o la bonita “Sonia”, historia iniciática de camping con otra frase para los anales: “Qué bien lo pasé contigo, menos mal que lo grabé”. En “La canción protesta” culmina un trepidante post-funk calorro con letra impagable de Luis Troquel sobre las miserias de los artistas del quiero y no puedo. En “Aceite” convoca a unos Talking Heads descacharrados. “Maracaibo” (la canción) está aquí, aunque musicalmente es menos interesante que la oscura y sorprendente “Consagración”. “Cariño, yo quiero estar en tu mundo. Y aunque lo intento, sigo dando tumbos”, canta en el tecno-pop irresistible de “Cariño”. ¿Consagración? Desde luego. A su manera.
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