La estrella de David tiene seis puntas, resultado de encajar dos triángulos equiláteros ligeramente inclinados. Es el nombre que ha escogido David Rodríguez (Beef, Bach Is Dead…) para su nuevo proyecto, que igual que la estrella, puede verse boca arriba (es decir, positivamente) o boca abajo.
Las dieciocho canciones del álbum se suceden con la rapidez del punk pero con las maneras propias de cierta música indie: sano espíritu de buhardilla o sótano poco ventilado, primacía de la forma sobre el contenido (es decir, los ruiditos por encima de su significado musical), letras desconcertantes (“Deberías pensar más en mi, constantemente, que ha surgido otra verbena y han matado a Saddam”, en “Tú lo tienes que saber”), bastantes faltas de ortografía y sensación de que bajo la superficie se esconde algo que raramente llegamos a encontrar (el principio de “No hacía falta”, por ejemplo, puede recordar la versión adult contemporary de “Chicago”, del venerado Sufjan Stevens).
La estrella de David podría ser un disco ingenioso y hábil pero desdichadamente –y salvo alguna excepción– se acerca demasiado a las private jokes con que Joyce quema su “Finnegans’ Wake”.
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