La distancia entre el barro y la electrónica. Siete diferencias valdelomarianas
DiscosNiño De Elche

La distancia entre el barro y la electrónica. Siete diferencias valdelomarianas

7 / 10
David Pérez Marín — 22-12-2020
Empresa — Sony BMG
Género — Experimental

Francisco Contreras Molina sigue expandiendo su inabarcable universo artístico con una promiscuidad y valentía estética inalcanzable para cualquier mortal. Si para Francis Bacon la pintura eran “dibujos de nuestro sistema nervioso proyectado sobre un lienzo”, Niño de Elche parece seguir esa senda de la deformación y la ambigüedad intencionada, desdibujando y distorsionando en cada nueva entrega su complejo conjunto de células, como si en sus adentros se escondiera un Inocencio X velazquiano sonoro propio y necesitará manipular y explorar la esencia de su rostro una y otra vez. En esa infinita batalla liberadora que debería de jugar todo artista, pero muy pocos se atreven, Francisco Contreras traza ahora su flamante aventura bajo la luz profética de José Val del Omar en “La distancia entre el barro y la electrónica. Siete diferencias valdelomarianas”.

Quede dicho y remarcado que (no queremos que ningún flamenco tenga que correr al hospital o centro de salud más cercano con un fuerte dolor en el pecho): estamos ante un doble mortal sin red en el abismo sónico, un proyecto artístico complejo no apto para mentes cerradas ni para oídos y estómagos sensibles.

Esta obra es el resultado de la residencia de Niño de Elche en el madrileño Centro Residencias Artísticas de Matadero, en la que el artista contó con el apoyo del Archivo José Val del Omar y el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Periplo que le permitió investigar y trabajar sobre el inmenso y casi desconocido archivo sonoro de Val del Omar, creando y recreando primero “Auto sacramental invisible, una representación sonora a partir de Val del Omar” (exposición que estará abierta hasta el 26 de abril de 2021 en el Museo Reina Sofía) y ahora, con esta séptima entrega discográfica (sin contar sus trabajos con exquirla y Fuerza Nueva), siete diferencias valdelomarianas sin fin, abiertas a la interpretación y a nuevas investigaciones que sigan ampliando el viaje de esa suerte de eslabón perdido dentro de la estética valdemoriana, trasladando al presente las actitudes experimentales con las que estuvo comprometido durante toda su vida Val del Omar e impulsándolas al futuro.

El poliédrico artista ilicitano ya había encontrado hace años una rítmica interna en Val del Omar que le había fascinado, enfrentándose a varios trabajos fílmicos en Super-8 del creador granadino, bajo el marco de conciertos realizados en festivales de cine experimental. “Después conocí más radicalmente su trabajo sonoro y me influenció muchísimo, porque Val del Omar fue el primer músico que vi que trataba de una forma electrónica el flamenco”. La conexión quedó sellada en los surcos de su imprescindible “Antología del cante flamenco heterodoxo” (18), en la composición “Mensaje diafónico de Val del Omar”.

Nos ponemos el casco naranja del astronauta de “2001: Una odisea del espacio” y despegamos hacia un silencio que comenzará a resquebrajarse ante nuestros ojos abiertos como platos, explotando en mil colores y completando grietas con unidades fonológicas mínimas y diluvios intermitentes de grabaciones de campo y fragmentos teóricos recitados por Val del Omar, lanzándonos al espacio exterior sonoro en siete pistas plagadas de atmósferas experimentales y poesía declamada con lengua de fuego por Niño de Elche. Así, nuestros oídos comienzan a cruzar alambradas en llamas desde “La primera diferencia: Al principio fue el fonema”, con la voz recuperada de Val del Omar, abriendo el telón tras repiques secos: “Estamos haciendo una grabación con objeto de poder hacer un poco de sonido y dar luz con las palabras que estamos pronunciando”. Los fonemas dan paso al poderoso cante matriz desfigurado por las máquinas y una brumosa lejanía con aromas a fragua, fundiéndose en la metamística fantasmagórica recitada de la “Segunda diferencia: Oraciones del S. XXI”. Pieza que estrenó con una videocreación en el festival Sónar+D CCCB hace unos meses, y que ahora vuelve a hacer que se tambaleen nuestros pabellones auditivos entre lava ardiente y temblores espirituales que cruzan “por el camino de la sangre” y un “tiempo donde Dios se mantiene infinitamente abierto”, hasta arañarnos por dentro con una “transparencia” que es puro exorcismo y oscuridad descarnada.

Las “diferencias” prosiguen su rumbo bajo la desintegración del “Diluvio electrónico”, en el que Val del Omar pide más volumen y salimos vivos de milagro, pasando por la reverberación espiritual entre las entrañas de “Malagueña planetaria” y desembocando en un mar de ecos oníricos en “Bailan sin saber”, “Quinta diferencia” que cierra la cara B de este doble álbum de tirada deluxe limitada en vinilo, con una espectacular y espectral portada realizada por Juan Carlos Quindós

El segundo disco comienzan a girar y la caja de música hace que una enigmática bailarina dance frente al espejo, hasta que los sonidos percusivos comienzan a golpearnos el corazón y la cabeza, empujándonos al otro lado del reflejo, contagiando el ambiente con distorsiones y voces que no terminan de rasgar la niebla sonora que inunda por momentos esta “Sexta diferencia: Seguiriyas atonales sin fin”. Y llegamos a “Hundimiento vertical”, como “séptima diferencia” y epílogo que retumba en mis oídos como una especie de misa de difuntos, “un catastrófico desengaño” poético que narra Val del Omar como un profético desahogo que quiere quedar grabado en piedra para escapar del olvido… La pérdida de sentimientos y latidos acompasados en los versos dolorosos de una última carta, palabras definitivas que descarrilan y se desangran en un hundimiento vertical (sin fin) de desamor profundo.

El ex flamenco más indisciplinar, cada vez más cómodo transitando los espacios indefinidos del arte y haciendo que dialoguen libremente las diferentes tendencias, movimientos y pensamientos filosóficos, sigue transfigurando su discurso y rostro sin necesidad de máscaras en cada nueva embestida, mudando la piel tras quemar las naves y renaciendo con pasión intacta una y otra vez, ampliando su propia y camaleónica trascendentalidad, ya sea amplificando y arrojando luz sobre la obra de Val del Omar, desempolvando el valor primigenio de himnos robados, o dándole voz extrema a la poesía de la conciencia a ritmo de rave electrónica, bajo un huracán de riffs afilados o al son de una guitarra flamenca con alma heterodoxa.

No sabemos dónde le desplazarán sus alas en la próxima aventura, pero estamos seguros de que volverán a prenderse en llamas de tanto batirlas, vaciándose una vez más sin pensar en el después. Vuelo sin motor guiado sólo por los susurros amorosos de su insaciable instinto creativo, atraído por una nueva obsesión que lleva siempre encadenada la traición, aquella por la que es incomprendido y odiado por unos pocos, pero que lo mantiene eternamente él y libre.

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