Si bien el proyecto no dejó de evolucionar y de proyectar su música en cada vez más rincones del planeta y escenarios de mayor alcance, algo se había perdido en L.A. en sus últimos movimientos. Quizá esa ambiciosa escenificación de que el proyecto había cambiado de envergadura, de que las giras por América tenían que tener un efecto artístico en la obra de Luis Albert Segura. El caso es que, aunque buenos, los excesivamente americanistas "SLNT FLM", "Dualize" y "From The City To The Ocean Side" eran casi ejercicios de género: la búsqueda de un sonido de aristas americanas perfilado gracias a sus alianzas con capos del american way of sound como Richard Swift o Matt Wignall.
En "King Of Beasts", Luis Albert Segura decide patear su propio tablero, reiniciar su sonido gracias a un cacharro como el OP-1 (el que utilizó Bon Iver para su último disco), retomar en su Mallorca natal su alianza con Toni Noguera (con quien había trabajado en "Heavenly Hell" (08), el disco que lo cambió todo) pero teniendo mayor protagonismo como productor e inventarse un personaje que sirve como médium para comunicar emociones tan melancólicas como luminosas.
Y se nota: no solo es su colección de canciones más polifónica y menos desprejuiciada hasta la fecha (hay retazos dreampop, folk-rock de autor, guiños indietrónicos y rocktrónicos, nanas, canciones instrumentales y auténticas epopeyas de orfebrería pop), sino la más larga y en la que da carpetazo a grandes rasgos a esa americano-dependencia de sus últimos dos álbumes: aquí suena más cerca de Sparklehorse, Death Cab For Cutie, Starsailor o Telekinesis; y consigue firmar sus hits más redondos hasta la fecha, esos que entran en la última media hora de concierto, como "Helsinki", "The Keeper And The Rocket Man", "Where The Angels Go", "Leave It All Behind"o "Wind" dan buena cuenta de ello.
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