La aparición en 2016 de "Dolls of Highland" de Kyle Craft no solo me pareció uno de los lanzamientos más interesantes de Sub Pop en la última década sino que, además, se me antojó como un verdadero soplo de aire fresco al rock, sin adjetivos, que venía del otro lado del Atlántico. Tocaba esperar para ver si en su segundo disco confirmaba todo lo apuntado en su debut y hemos tenido que esperar casi dos años para comprobarlo ¿El veredicto? Pues sin ser tan especial y explosivo como su debut, Craft ha conseguido mantenerse en un gran nivel abandonando, eso sí, algunas de las cosas más interesantes que nos sorprendieron en aquel. Entre ellas se encuentra ese aire a cabaret que desprendían algunos temas y que aquí apenas se vislumbran. Siguen, eso sí, los ecos a Dylan, a Bowie y al glam, y una originalidad y libertad a la hora de afrontar cualquier canción que acercan al de Portland, y mucho, al espléndido "Modern Pressure" que el año pasado nos entregaba Daniel Romano.
Kyle Craft ha aprovechado en este segundo episodio de su carrera todo lo que le otorgó su primer trabajo. Y eso se traduce en más medios y más presupuesto. Porque si aquel lo grababa prácticamente en solitario, en un mini estudio propio, ahora se permite contar con una banda completa en la que destaca un espléndido trabajo de Mayhaw Hoons a la percusión. Aunque el protagonista de todo sigue siendo Kyle. No en vano he podido ya leer que “Heartbreak Junky” podría haber salido del "Tumbleweed Connection" de Elton John o que “Bridge City Rose” suena como Ryan Adams respaldado por The Band en "The Last Waltz". Casi nada. Aunque me quedo con una comparación general firmada por Chris Ingalls utilizando a los Rolling Stones como referencia: “si Dolls of Highland era Aftermath, Full Circle Nightmare es Exile on Main Street”. No hay más preguntas, señoría.
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