Si los artistas genuinos viven en su propio mundo y lo único que hacen es profundizar en su visión de la vida, pocas dudas caben de que el melenudo de Philadelphia está en esas coordenadas. Hay que estar muy seguro de lo que uno hace para encadenar (EP de 2020 aparte) cuatro discos dobles en la era del picoteo digital compulsivo.
En su primer álbum para el sello que publicó los míticos dos primeros discos de sus adorados Velvet Underground, Kurt Vile pone toda la carne en el asador con quince canciones que rondan los setenta minutos de música. Del oyente depende lo de entrar o no en su peculiar universo, una especie de diario de rock espacial con los pies pegados a la tierra, como a él le gusta decir. No es un disco, desde luego, para los impacientes. Pero los que se zambullan en él tendrán sus recompensas.
Si el piano minimalista de “Goin On A Plane Today” sirve de introducción, el fantasma de su adorado Lou Reed asoma en canciones que miran tanto a los clásicos como al futuro (“Palace of OKV in Reverse”). El nostálgico e hipnótico single “Like Exploding Stones” encapsula ese rock atmosférico de aristas psicodélicas que tan nervioso pone a Mark Kozelek. Hay momentos de country rock majestuoso (“Say The Word”) y delicadeza folk con guiños a The Beatles (“Stuffed Leopard”) que completan su disco “más clásico”, en palabras suyas.
La clave aquí es ser cómplice del ritmo que Kurt Vile nos propone. Un ritmo completamente alejado de las prisas compulsivas del mundo moderno, con esas composiciones en las que patrones de batería simplificados al máximo y bucles de acordes le sirven para contar sus pequeñas grandes historias y lucirse con sus guitarras psicodélicas. Más cerca del Springsteen aseado que del genio imperfecto y asilvestrado de Neil Young; no por casualidad uno de los mejores cortes es su emocionante lectura del oscuro corte “Wages of Sin”, que le confirma como fanático del autor de “Nebraska”.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.