No deja de resultar curioso que, con la publicación del presente álbum, Kula Shaker sumen ya el doble de referencias a lo largo de su segunda etapa que durante aquella época gloriosa fechada en los noventa y por la que en realidad siguen siendo recordados, gracias al debut ‘K’ (Columbia, 96) y a aquella continuación bautizada como ‘Peasants, Pigs & Astronauts’ (Columbia, 99). Sea como fuere, el caso es que la banda liderada por Crispian Mills lanza el que es sexto disco de estudio de su trayectoria, bajo el pomposo (y hippie) título de ‘First Congregational Church Of Eternal Love And Free Hugs’.
El cuarteto regresa a escena con un álbum ambicioso tanto en duración como en composición y orientación, que coge así el testigo de otros trabajos más concretos como fueron ‘Strangefolk’ (Strangefolk, 07), ‘Pilgrims Progress’ (Strangefolk, 10) y el notable ‘K 2.0’ (Strangefolk, 16). Un elepé extenso y con cierto aspecto de ópera rock, que destila misticismo y aspecto vintage por todos y cada uno de sus poros. Desde psicodelia y sonidos sixties hasta reminiscencias de la escena de Laurel Canyon, además de incluir dejes de progresivo y buenas dosis de indie pop-rock del que no pasa de moda. Un total de quince nuevos temas a los que sumar intro, outro y varios interludios con los que empastar las diferentes partes que hacen de ‘First Congregational Church Of Eternal Love And Free Hugs’ el disco más diverso hasta la fecha de Kula Shaker.
En la práctica, la obra cuenta con un generoso puñado de canciones tan destacadas como con frecuencia independientes entre sí. Porque, a pesar del empeño de sus autores, el elepé parece funcionar mejor troceado en plena búsqueda y selección de sus mejores partes que como álbum conjunto, algo desdibujado por esas rarezas impuestas de tanto en tanto y que cortan el desarrollo. Entre las numerosas gemas se sitúan “Whatever It Is, I'm Against It” (que remite a los mejores momentos del grupo), una “Don't Forsake Me” algo deudora de The Who, “Burning Down”, el ramalazo power-pop de “303 Revisited” a medio camino entre Tom Petty y The Only Ones o “Bumblebee”. También brillan “The Once And Future King” y “108 Ways To Leave Your Narcissist” con ecos a Pink Floyd y The Kinks respectivamente, el folk de “Shattered Bones”, “Hometown” o el aplastante single “Gingerbread Man”.
La carrera de los británicos puede entenderse por medio de dos tramos diferenciados (y separados por ese efímero proyecto que fue The Jeevas), separando la versión con más aroma a incienso de todo el Britpop de ese regreso acontecido en 2007 y continuado hasta ahora. Eso a pesar de que el espíritu y la base del asunto continúan inquebrantables, con las sombras entreveradas de Love, Led Zeppelin, Buffalo Springfield, Deep Purple, George Harrison, Captain Beefheart, The Byrds o The Lovin' Spoonful y el carisma y la mencionada mística de Mills motivando siempre las buenas vibraciones.
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