Otro talento mercurial emerge del subsuelo británico. Con apenas veinte años, este compositor de vuelo libre, con base de operaciones en Manchester, se descuelga con un segundo trabajo en el que pocas cosas son los que parecen y nada termina de la misma forma que empieza.
“Secret Police” insinúa las formas de un Jeff Buckley de alcoba, pero tan pronto como “Pink Fruit” van guiando al oyente por los meandros rítmicos de sus adorados Dirty Projectors, en una suerte de esquizofrénica suite de dieciséis minutos, se cae en la cuenta de estar ante un universo propio. Un discurso espinado pero con molla. El math rock de “Ondor Göngör”, las erupciones sónicas de “Don't Make Friends With Good People”, el post hardcore sin precinto de “Exeter Services” o el folk con cuarteto de cuerda de “Caiaphas in Fetters” auguran recorrido, siempre y cuando sepa embridar sus filias con cierta mesura.
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