Quiero empezar esta reseña por reconocer que no le he prestado la debida atención a la obra de Kings of Leon desde que en 2010 publicaron el ya lejano “Come Around Sundown”. Hecho del que no había sido consciente del todo, hasta que llegó el momento de repasar su carrera para escribir esta crítica. Y me da en la nariz que no soy el único que ha perdido el hilo de los acontecimientos fonográficos de la familia Followill de estos últimos años. Que hay unos cuantos más que, como yo, se quedaron en la efectividad roquera de “Sex On Fire” o en el inquietante y oscuro crescendo de la intensa “Knocked Up”. Dos temas que valen, en sí mismos, más que muchas discografías de gente que atesora mayor prestigio (¿Alguien ha dicho The National?) . Sin embargo, y no me preguntes porqué, tenía la intuición de que algo distinto iba a suceder con este “Can We Please Have Fun”. Puede que fuera esa llamada a pasarlo bien, que llegaba desde el mismo título del álbum, o puede que fueran los tres avances previos que, siendo muy distintos entre sí, prometían un trabajo a la altura del peso que la banda ostenta en el circuito internacional. Repasemos.
Primero nos golpearon en todo el jeto y sin avisar con la dura efectividad de “Mustang”. Tema en el que Caleb Followill sacaba toda esa rabia condensada en sus cuerdas vocales, para mostrarse entre poderoso, vacilón y con ganas de reivindicarse de nuevo como cantante. Es entonces cuando me enteraba que la banda se había liberado del contrato que los mantenía ligados a RCA, y que eso les insuflaba energías renovadas a la hora de encarar este álbum con mayor libertad, más alegría y mucha menos presión. Un nuevo estatus que les llevaba a dar con la figura de Kid Harpoon (Harry Styles, Florence + The Machine, Maggie Rogers…), responsable de darle ese barniz más desacomplejado, fresco y menos pesado, incluso serio, a su propuesta. Matices que se escuchaban con mayor claridad en el siguiente adelanto titulado “Split Screen”, medio tiempo que destilaba una pureza muy básica en las formas y que acaba por convencerme casi, casi, del todo. Sin embargo, fue en la tercera de las piezas adelantadas “Nothing To Do” cuando alcancé la total certeza de que el nuevo trabajo de KOL iba a recuperar su mejor pulso en trece años. Un tema de riff nervioso, un gran puente guitarrero, y un Caleb dando lo que se dice el do de pecho. Algo que se repite a lo largo del álbum y que acaba por ser su principal puntal.
Más tarde, es obvio que llegaría la escucha del resto del disco y, aunque es verdad que no todas las doce canciones que lo conforman rayan la misma altura de las comentadas con anterioridad, no es menos cierto que el inicio con “Ballerina Radio” es una auténtica delicia, y que hay otras joyas ocultas como “Actual Daydream” o “Nowhere To Run” que me tienen cautivo y a las que regreso de forma individual de vez en cuando. Quizás sea la triada final lo que mas flojea del disco e impida que estemos ante un trabajo de notable alto. Pero, seamos sinceros, a la altura de la jugada en la que nos encontramos y dadas todas las circunstancias del mundo, este “Can We Please Have Fun” no deja de ser una grata entrega y, además, revitaliza una carrera anquilosada y lastrada por ciertos tics que, no se han superado del todo, pero sí se han pulido lo suficiente. A la madurez viruela.
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