Creo que no me arriesgo si digo que fui de los primeros en esta redacción en reseñar un disco de los australianos King Gizzard & The Lizard Wizard. Lo hice emocionado por su frescura y por la llegada al panorama rock de un grupo joven que parecía haber conseguido poner de acuerdo a los a veces tan alejados prensa y público. Poco a poco, eso sí, y con alguna reseña más para este y otros medios, fui alejándome de ellos. Su incontinencia apabullante en cuanto a lanzamientos y sus diferentes cambios de género continuo me lo pusieron fácil. Eran capaces de pasar de la psicodelia al high rock o incluso al metal sin ningún problema, y eso, que alguien verá como algo excitante, descolocaba demasiado a mi cuadriculada mente. Tampoco les engañaré y dado que otros genios de este siglo han optado por la misma y ya citada incontinencia, los escogí a ellos, dejando a los Gizzard de lado.
Pero parece que al redactor jefe de esta su revista ha pensado que este disco podía gustarme y, dado que otras voces cercanas habían hecho previamente lo mismo, aquí ando. Avanzando que esta crítica no va a comparar demasiado con el resto de la discografía de la banda, dado mi alejamiento ya apuntado.
Sí, mis “asesores” han acertado. Me gusta el disco. Por muchas razones. La primera es que el sonido, evidentemente, se acerca mucho a lo que escucho de manera más habitual: el sonido americana y el southern rock. Eso lo convierte sin duda, en su disco más accesible, al menos en los últimos años (esto me lo cuentan y se lee en otras reseñas, que uno se ha informado). La segunda son las canciones, que van ligado a lo primero. La inicial “Mirage City” es puro country rock de aroma cósmico con algo de especias marca Lynyrd Skynyrd; “Le Risque” puede pasar por una versión de ZZ Top y “Raw Feel” por una de los Stones. Pone la calma “Sad pilot” y esa historia del piloto solitario que surca el aire y quizá tema central del disco. Aunque siguen en la línea con “Field Of Vision”, muy T.Rex mezclado con el boogie y AC/DC (la tierra tira). Y ya que están, se reivindican también como jam band con los ocho minutos finales de “Daily Blues”.
El caso es que en mayo se vienen a hacer una residencia de tres días en el Poble Espanyol de Barcelona. A mí que me avisen el día que este disco tome el protagonismo que no falto. Asegurado. En el resto, ya veremos. Quizás no soy voz autorizada para opinar sobre ello.
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