¿Cómo se jerarquiza una discografía con más de cien referencias? Quizá no hay ni necesidad, pero esa sensación de inabarcable inmensidad me embarga al enfrentarme al decimoquinto álbum – digamos, convencional, lo otro es directamente insondable en una sola vida – de Kenny Anderson aka King Creosote, otros de esos grandes llaneros solitarios, experimentados orfebres pop o folk (apliquen los prefijos o sufijos que gusten) con los que cuenta Escocia, junto a James Yorkston o Alasdair Roberts. Son 25 años en el negocio y siete sin un elepé nuevo, y bien podríamos decir que este "I DES" (el título es un guiño al apodo de Derek O’Neill, su coproductor) sería una buena síntesis de algunas de las mejores virtudes de su carrera.
Se nota la marca que le dejó un concierto de Nils Frahm: el tema titular invoca su minimalismo pianístico con perder emotividad en el tránsito. Se nota también que uno de sus últimos libros de cabecera fue "Future days: El krautrock y la construcción de la Alemania moderna" (editado en castellano por Caja Negra en 2015), porque “Susie Mullen” es puro escapismo lisérgico sobre un cohete motorik. Te noquea a la primera. Se nota también que algo queda de aquella experiencia que fue grabar "Diamond Mine" (2011) junto a Jon Hopkins, porque “It’s Sin That Got Its Hold Upon Us” irradia un ensoñador pulso electrónico embellecido con violines. Y se nota también que la base folk está ahí, en canciones tan sencillamente bonitas como “Walter de la Nightmare”.
Ha hecho, como es habitual, lo que le ha venido en gana, explayándose en el afán recreativo de una música que se explica a sí misma y no demanda estrategias comerciales ni categorías genéricas: el desparrame final con la levitante “Please Come Back I Will Listen… ” (más de 13 minutos) y el alargadísimo mantra drónico de “Drone in B#” (más de media hora) es un órdago que se cisca en nuestros jibarizados consumos. Bien que hace.
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