Digno retorno el que protagonizan los cuatro de Seattle tras su separación hace quince años. Y aunque suene a tópico manido hasta la saciedad, no es menos cierto que lo mejor que se puede decir de este álbum es que parece que el tiempo no haya transcurrido desde que lo dejaron. Todos los ingredientes que hicieron grande a Soundgarden están ahí intactos para el auténtico disfrute del fan. Y lo mejor de todo es que parece que la banda ha disfrutado en el proceso y esa alegría se trasmite a lo largo de las trece contundentes canciones del disco. Puede que la única pega del disco sea que pese a tener las señas de identidad intactas –la expansiva batería de Cameron, los riffs cortantes de Thayil, la prodigiosa voz de Cornell, las líneas pesadas de Shepherd- falte alguna canción memorable que nos haga hervir la sangre.
vaya basura de crítica. ¿le quitaste el plástico al disco? Ni lo has oído, Disturbios.
Muy de acuerdo con la crítica.
I see, I supspoe that would have to be the case.