Kim Gordon sigue siendo, de todos los miembros de Sonic Youth, quien más se aleja de su argumentario. Como si quisiera dar la razón a quienes creían que su mayor o menor aportación a aquellos discos les otorgaba su cuota diferencial, más allá de su inapelable coolness cada vez que encaraba el micro. Quizá tenga que ver con el hecho de que ella se considera una artista visual que hace canciones –y no una compositora que hace arte visual– , o puede que el amargo final del cuarteto (y de la pareja que formaba junto a Thurston Moore) la haya llevado a distanciarse en la medida de lo posible: el caso es que aquí no solo continúa sino que profundiza en la fórmula del que fuera su debut en solitario, “No Home Record” (19), de nuevo con Justin Raisen (Yves Tumor, Lil Yachty, Sky Ferreira) en la provisión de beats, ahora más escorados que nunca a las atmósferas del hip hop, el dub y el trap, y con la producción adicional de Anthony Paul Lopez (The Voidz, Charli XCX).
No hay rastro de acomodo. Entre arrebatos de protoelectrónica, brotes de art punk, ritmos pesados y dispendio de spoken word, la neoyorquina afincada en Los Ángeles sigue puliendo un lenguaje de belleza convulsa, quizá algo árido si se carece del marco o el contexto conceptual que lo inspiran (lecturas de Jennifer Egan o Marguerite Duras, la alienación tecnológica, la saturación informativa, la enajenación de la cultura de masas), pero de una singularidad incontestable. Turbio, desasosegante pero magnético como un agujero de gusano, “The Collective” apuntala un trayecto que solo se entiende a sí mismo desde el permanente desafío.
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