No Home Record
DiscosKim Gordon

No Home Record

7 / 10
Carlos Pérez de Ziriza — 11-10-2019
Empresa — Matador
Género — Rock

Puede resultar paradójico que Kim Gordon haya acabado desvelando la cara más experimental y áspera de la vida después de Sonic Youth: a diferencia de lo que ocurría en algunos de los discos del cuarteto neoyorquino, donde su voz aportaba una malévola dulzura que resultaba de lo más desengrasante, el trabajo que viene desplegando en los últimos tiempos es bastante menos accesible que el que Thurston Moore y Lee Ranaldo han venido mostrando.

En cierto modo es como si, en esa huida de las estructuras pop medianamente ortodoxas, volviera a los orígenes, porque este primer álbum a su nombre en casi cuarenta años de carrera, más interesante que algunos de los tostones que había despachado últimamente con Bill Nace en el proyecto Body/Head, es un rotundo back to basics en el que tiene mucho que ver la producción de Justin Raisen (Angel Olsen, Yves Tumor, John Cale), un fan de las estrategias oblicuas de Brian Eno y de las producciones crudas, vivas e hirientes.

Con él ha grabado en Los Angeles un disco austero y doméstico (pese al título), salpicado por brotes de electrónica de desguace, guitarras de papel de lija, hirvientes disonancias, beats simples y obsesivos y brotes de spoken word, al servicio de momentos tan abrasivos como “Sketch Artist”, “Air BnB”, “Hungry Baby”, “Murdered Out” (ya publicada como single en 2016) o “Cookie Butter”, que deben ser (imaginamos) una plasmación bastante fiel de lo jodida que debe ser la vida en una ciudad tan asfixiante y esquizoide como Los Angeles, su ciudad natal, a la que regresó hace poco para quedarse. Art punk industrial, incómodo, con el que reflejar un compromiso que no declina por muchos años que pasen.

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