Como dice Kiko, “el Hambre va primero”, y en esta continuación de su sobresaliente “Sombrero roto” (19), encontramos muchos tipos de “hambre”, entre otras: la de denunciar las injusticias y las mentiras, la de no mirar a otro lado, la voracidad revolucionaria que solo puede terminar en besos y la sed creativa e insaciable que sigue entrando como rayos en su cabeza.
Kiko Veneno viaja al pasado y al futuro en su Delorean particular, una y otra vez, con la curiosidad intacta y luna nueva bajo el brazo. “Hambre”, diez nuevas canciones cargadas de latidos actuales, palpitar urbano que nace del día a día, de las pequeñas cosas, las verdaderamente importantes. La sanadora poética de lo cotidiano que le corre desde siempre por las venas, con un extra de reactualización sonora.“Tengo un plan, mira que plan traigo yo, revolucionario… Mira que plan traigo yo: Voy a besarte, voy a besarte na más se acabe la confinación”.
De las auras sintetizadas de “Días raros” que nacieron del aislamiento forzado por la pandemia, con esa luz esperanzadora que se cuela en cada una de sus líneas, a la titular “Hambre”, con soniquete flamenco y electrónico que nos lleva a otra dimensión, sumando una letra más de la que se cuelan, sin que de tiempo a parpadear, en el inconsciente colectivo.
“Estoy fatal de la voz”, como el último Dylan, la garganta de Kiko cruje como la leña en la candela y rezuma verdad en verso: “Yo quisiera que no hubiera más hambre en el mundo que la que tengo yo de ti”.
Un collage que brilla y se autocompleta en cada movimiento con personalidad propia, donde encontramos temas que nunca antes habían sonado así en su discografía. Piezas, seis de ellas, retales mágicos que quedaron fuera del anterior trabajo y han crecido en este tiempo a fuego lento, encontrando ahora su sitio. Esos ecos de raíz más experimental y electrónica, muy centrales en su predecesor, palpitan más complejos en los ritmos oníricos y espectrales de “Dónde van” o “Estoy cansado”, con su bruma de percusiones, cuerdas y oscuridad zigzagueante. Quejíos y susurros electrónicos que arden a la perfección en la vibrante y ganadora “Madera”, o en “Mujer volcán”, con ciertas texturas orientales, sonidos africanos y coros femeninos en una nueva ensoñación.
La alegría y la brisa fresca más “made in Veneno” nos atrapa al galope del “Gitano Dave”, con un Kiko rebosante de resplandeciente melodía, capitaneando una caravana de gitanos a la que nos sumamos sin pensarlo, dejando a su paso una estela que borra todos los problemas y precauciones del momento. Halo esperanzador que también encontramos en la bailonga, pegadiza y más experimental “Luna nueva” y su plan revolucionario, con guiño a “Black Or White” incluido.
“Se cruzan por la calle los dolores, se miran, no se conocen…”. De esas palabras y silencios, mentiras y verdades, dudas y certezas que duelen, al son de un hermoso y minimalista vaivén que nos acuna y arroja mar adentro, con el maestro degustando cada fraseo y pellizcándonos el corazón en “Duele”, al cierre de “La felicidad”, lo más complicado de conseguir… Y sencillo, si nos atrevemos. Pista final con preciosistas arreglos y un Kiko que nos desgrana, a modo de mantra circular, lo que ya sabemos, pero siempre olvidamos. “Esa es la verdad, la felicidad es una raya que hay que atravesar”.
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