Si teníamos dudas sobre si los diez años de espera entre su primer y segundo disco han valido o no la pena, la dupla electrónica compuesta por Ólafur Arnalds y Janus Rasmussen nos las despejan a la primera de cambio tras escuchar sus nuevos temas en “II” (Erased Tapes, 24), el regreso formal de Kiasmos y la evidencia de que la paciencia acaba teniendo premio.
Aguardar una década entre disco y disco es una temeridad al alcance de pocos artistas y sin duda, toda una rara avis en el presente, donde los mismos están condenados a recordarnos frecuentemente que siguen activos con singles, colaboraciones, mixtapes y demás engorros. Por ello, sorprende ver que Arnalds y Rasmussen han optado por una periodicidad tan laxa y sui generis en lo que respecta a la vida útil de su proyecto conjunto; claro que, tan pronto como escuchamos los estratos y matices que meticulosamente conforman las once pistas nuevas del dúo, automáticamente comprendemos que alcanzar una belleza así solo es posible a partir de una consensuada retirada que rompa con los lastres de la prisa.
La calma tensa con la que, de forma manierista, llevan a cabo sus piezas es la misma que a posteriori logran transmitirnos con su respectiva escucha, haciéndonos sucumbir a las atmosféricas ondas de temas como “Grown”, donde los miembros de Kiasmos combinan texturas vaporosas con petardeantes crescendos de bajos en segundo plano, que refuerzan esas dos esferas en las que la música de la pareja acostumbra a moverse: pistas tan apropiadas para cerrar los ojos y dejarse llevar en medio de una rave, como en la soledad de una habitación.
Pese a su mesmerizante linealidad (con pistas que se salen poco de una misma frecuencia y que evolucionan sin excesivos cambios de ritmo), Arnalds y Rasmussen también son capaces de inyectarle personalidad propia a cada corte, evitando así la monocromía sonora o el tedio. Las percusiones orffianas en la maravillosa “Burst”, el lado más neoclásico de Arnalds en “Sworn” o las explosivas y desenfadadas descargas de techno oscuro en “Bound” son una buena prueba de cómo la pareja se va retroalimentando sobre la marcha, reinventando su sonido pero sin abandonar ni el minimalismo ni esa sutil elegancia que les caracteriza.
De la mano de la atemporalidad de la que les dota el género ambient y completamente desprovistos de la necesidad explícita de volver a crear otro hit como “Looped”, lo que tienen a bien entregarnos aquí es un trabajo en larga duración que cumple con lo que se nos promete y le hace justicia a la marca personal de Kiasmos. Un disco sanador, cuyas piezas cobran más efectividad si se les concede una escucha integral, y que contribuye de forma memorable a reforzar esa habilidad de la dupla de emocionarnos desde lo sintético y lo abstracto.
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