Música para pequeñas minorías. Khanate propone -en esta vuelta por total sorpresa y contra todos los pronósticos- traer al juego ese bien preciado del que la música prescinde en prácticamente todos sus estadíos sociales y culturales: la paciencia. Hay que tener muchos ovarios/cojones y mucha voluntad para entregarse a una obra en la que suena una intención musical cada diez segundos. Si a esto le sumamos el contenido de desgracia inabarcable que líricamente expresa “To Be Cruel”, pues el desafío se duplica.
Lo sabemos: el drone, antes de ser el aparato que llevará a la humanidad al infierno pero de una manera espectacular, es el estilo de música que se jacta por ser el más denso y lento del panorama. Esto sería el summum del drone metal o drone doom, básicamente “La masa devoradora” de la música contemporánea de alto contenido noisy.
En ese entorno tan tortuoso como revelador (según la oreja que lo abarque) Khanate es un auténtico supergrupo de culto, formado por Alan Dubin y James Plotkin (ambos ex OLD), Tim Wyskida (de Blind Idiot God) y Stephen O’Malley (de Sunn O))) y Burning Witch).
Este disco de regreso contiene tres piezas de unos 20 minutos cada una, o sea, el concepto llevado al extremo. Por supuesto que no hay líneas melódicas ni formas de recordar estas “canciones” (de hecho uno se rompe la cabeza pensando cómo es que estos temas llegan a tomar forma), pero lo que sí hay es un grupo de “trastornados” (intento decirlo en un sentido positivo) que creen ciegamente en su forma de arte, admirable énfasis, sin dudas. Y también responden con coherencia al experimental y camino que trazaron antes de su separación en 2009.
Entre trallazos interruptus y golpes de batería disociados, aparece la desgarrada voz de Alan Dubin, suplicando, advirtiendo, hundiéndose en el fondo de un mar negro petróleo. Anti-todo. Porque la angustia y el resentimiento hacen hablar a su alma. De veras, esto es mierda muy oscura pero no por eso ajena a mucha gente.
Saber discernir: si no estáis para emociones profundas e incómodas, pasar de largo. Pero que sepáis que os perdéis de presenciar una forma de arte a pura conciencia y sentimiento, a pura tozudez y lucha contra la corriente; y eso siempre es una pena, seguramente más grande que la de involucrarse con un disco como “To Be Cruel”.
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