Cuando Kerry King anunció que su proyecto solista sería una continuación de su ex difunta banda Slayer no nos mintió. Sí lo hizo cuando despreció públicamente a sus ex compañeros y aseguró que Slayer jamás volvería; evidentemente la nariz le creció gracias al cheque a su nombre de parte del Riot Fest de Chicago.
Volviendo al King sincero, lo mejor que tiene este disco es que no debería decepcionar a nadie ya que quien llega a esta música sabe a lo que viene y ahí comienzan las buenas noticias.
La fiereza y maldad que siempre mostró al frente de su mítica banda están aquí en perfecto estado de salud. King se rodeó con total viveza de un team de músicos completamente conocedores del paño thrasher: Phil Demmel, ex Vio-Lence y Machine Head en guitarra, Kyle Sander ex Hellyeah en bajo y su fiel ladero -quien aseguró el destino rítmico de los himnos endiablados de Slayer desde la batería desde la salida de Dave Lombardo-, el brutal Paul Bostaph.
Era de esperarse que en "From Hell I Rise" no haya sutilezas y los matices sean los justos, quizá podríamos destacar que en este disco sí se siente el bajo (ojo, se siente, no se escucha) lo cual es un pelín menos insultante que lo que pasaba con el 99% inexistente sonido del bajo de Tom Araya en Slayer. Un detalle pequeño pero que cambia el color del sonido, menos seco y cavernícola que lo que el hombre de las cadenas colgantes nos tiene acostumbrados.
Donde sí se da un paso importante respecto a Slayer es en la parte vocal. Sucede aquí algo similar a lo que pasa con Slash y Myles Kennedy, que es un cantante mucho más sólido que Axl Rose: si King versionara a Slayer con Mark Osegueda al frente, las versiones, al menos en el plano vocal, serían muy superiores a las originales. Es real que Osegueda parece imitar a Araya en varias ocasiones pero la capacidad y el talento del histórico vocalista de Death Angel es algo que no se puede disimular. Su voz es tan precisa como los beats de Bostaph y tan fiera como los riffs de King, el tipo congrega todas las características de una voz thrasher por excelencia: agresividad extrema pero real, espíritu hardcore y mala hostia metalera.
¿Habrá más discos como este o la mentirilla de Slayer continuará en el estudio? Poco importa la respuesta mientras Kerry King siga siendo el creador de riffs de siempre.
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