Después de todo habrá que agradecer a Drake por este disco. La superestrella canadiense despertó a la bestia y cambio el modo reflexivo en el que se encontraba Kendrick Lamar, tras “Mr. Morale & the Big Steppers”, y le colocó en modo bestia vengativa, dispuesto a barrer a Drake en su terreno de juego favorito, la pista de baile y las listas.
Tras bailar sobre la tumba de su rival con “Not Like Us”, una de las canciones del año, y llevarse de calle el ‘beef’ más publicitado del siglo XXI, el rey Kendrick continúa su baile de la victoria con “GNX” el disco más directo, accesible, enérgico y cabreado de su discografía. El disco más conciso, solo 12 canciones y 44 minutos, y el menos conceptual, aunque puede que también gire sobre un tema, en este caso Kendrick dejando claro que es el más grande y que lleva ya tiempo en el que no lucha con sus contemporáneos por el trono sino con cualquier leyenda del rap del pasado por ser el mejor de todos los tiempos.
No es de extrañar que el disco comience con la agresiva “Wacced Out Murals” en la que llama al orden a dos mitos como Snoop Dogg, que retuiteó una de las canciones de Drake en medio de su ‘beef’, y a Lil Wayne que se mostró dolido por el hecho de que le dieran a Kendrick el puesto en la Super Bowl de Nueva Orleans en vez de a él que es de allí. La llamada al orden ha funcionado y los dos ya han respondido.
Musicalmente esa primera canción también da muchas pistas sobre el disco, primero con esa sorprendente intro con las voces de la cantante mariachi mexicana Deyra Barrera que aparece en otras dos canciones del disco y sustituye a las introducciones habladas que van dando continuidad a otros discos suyos, luego porque la música es tan ardiente e intensamente combativa como la letra, unos fríos y amenazantes sintes y Kendrick en modo asesino. El único que se salva de la quema es Nas, el considerado mejor letrista del género hasta la llegada del propio Lamar.
Con la segunda canción, “Squabble Up”, Kendrick demuestra que no le ha hecho falta recurrir a “Not Like Us” o cualquiera de las otras canciones del ‘beef’ con Drake porque anda sobrado de éxitos. El rapero californiano juguetea sobre una pista que convierte un clásico de Debbie Deb en un ágil himno ‘hyphy’. Que no extrañe que para el final de esta semana, esta canción esté en lo más alto de las listas del Billboard dando a Kendrick su cuarto número 1 en las listas. Así de imparable es.
Para la tercera canción, ‘Luther’, Kendrick baja las revoluciones y entrega una ‘slow jam’ con SZA ‘sampleando’ el "If This World Were Mine" de Luther Vandross y Cheryl Lynn, que empieza nuevamente con la voz de Barrera y en la que Lamar y SZA suenan igual de tórridos y sensuales. Después de cinco colaboraciones juntos ya se les puede considerar los Marvin Gaye y Tammi Terrell (intérpretes de la versión original) del hip hop.
En “Reincarnated”, otra de las canciones fundamentales del disco, vuelve Barrera por tercera vez y Kendrick se entronca nuevamente en la tradición de la música negra, reencarnándose primero como un guitarrista de los años 40, que puede o no puede ser John Lee Hooker, y una maravillosa cantante de R&B en el Chitlin' Circuit con problemas con la jeringuilla, que puede ser tantas como Billie Holiday o Dinah Washington o Etta James… A partir de ahí, entra en una espiral de diálogo con Dios, que le revela que los músicos son ángeles expulsados del cielo. Lamar nunca olvida sus raíces y cambia la leyenda original, la del diablo y el cruce de caminos.
Luego aparece “TV Off”, la heredera directa de “Not Like Us”, en la que a los dos productores del disco, el habitual Sounwave y Jack Antonoff (sí, ese Jack Antonoff), les acompaña Mustard. No sería raro que Kendrick abriera su esperada aparición en la Super Bowl con este pelotazo, y su nuevo grito de guerra "Mustaaaard!", el guiño al mago que le dio el imparable 'beat' de "Not Like Us", sobre todo porque es otro éxito garantizado que va a sonar en todos los lados, y tiene uno de los cambios más brutales del años, cuando tras el grito comienzan a sonar unos vientos épicos, pero también porque a Kendrick seguro que no se le olvida la ironía de pedir que se apague la tele en el evento televisado con más audiencia del año.
“Dodger Blue” es puro G-Funk suave, en el disco más californiano de su carrera. Drake sacó la bandera blanca con su propia “The Heart Part 6”, intentando al menos acabar con la famosa serie de canciones autobiográficas de Kendrick, pero aquí el de Compton le hace el desprecio definitivo y saca su propia “Heart Pt. 6” ignorando por completo al canadiense. Es, además, una de las mejores canciones del disco. Un ‘beat’ soul/funk en el que aparece el Kendrick más relajado y calmado del disco, recordando los días de pertenencia a Black Hippy y mandando saludos a compañeros como Ab Soul o Jay Rock.
Para el final vuelve SZA en “Gloria” una oda en la que Lamar crea su propio “I Used To Love HER”, en la que parece estar hablando de su pareja pero al final descubrimos que es una oda a su pluma.
Soy más bien de los que prefieren al Kendrick introspectivo y cinemático que al de los ‘bangers’, pero este proyecto es uno de los más disfrutables de su carrera, quizás es lo que debió ser en su momento “DAMN”, aunque si bien es cierto que no tiene la profundidad de aquel es mucho más directo y ágil, además de una maravillosa reivindicación de la música y la cultura de la Costa Oeste.
Y es que Kendrick no ha querido hacer esta vez un disco de proporciones épicas, esto no es ni “Good Kid Maad City” (13), ni “To Pimp A Butterfly”(15), sino que “GNX” viene a ser algo así como su triunfal vuelta al ruedo para recibir sus merecidas flores después de un año que ha vuelto a reclamar como suyo. Puede que sea el preludio de ese proyecto que vuelva a cambiar las reglas del juego o puede que no, pero lo que está claro es que es uno de sus discos más disfrutables y una perfecta introducción al rapero más importante de nuestros tiempos (quien sabe si de todos).
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