Aunque "The Alchemist's Euphoria" sea ya el séptimo disco de estudio en el casillero de Kasabian, lo cierto es que la obra podría (y casi debería) considerarse como un nuevo comienzo para la banda de Leicester. A tal fin, la evidencia señala a la forzosa expulsión de Tom Meighan, el que hasta hace dos años fuese carismático vocalista del grupo, tras la condena de éste por violencia de género y con la consiguiente reconversión de Sergio Pizzorno (primer compositor del grupo) en cantante principal. Resulta, además, que la presente entrega alberga ciertos elementos inéditos con respecto al catálogo previo de Kasabian y, si bien la utilización de la electrónica como recurso con el que concretar el aspecto de algunas canciones no es algo nuevo dentro del grupo, adquiere aquí una presencia definitiva.
Tanto que las preferencias en cuestión se tornan imprescindibles a lo largo y ancho del lanzamiento, sobre todo para que Pizzorno cincele el aspecto final y palpable del elepé. "The Alchemist's Euphoria" es, en cualquier caso, resultado de una confluencia de estilos, tintes y velocidades, incluso de canciones dentro de canciones, en el decidido paso al frente de un grupo que, lejos de rendirse ante el revés, tira de dosis adicionales de aplomo. Un álbum cargado de simbología, que se abre con una especie de intro titulada “ALCHEMIST” enlazando con el single “SCRIPTVRE”, primer zarpazo directo de una referencia que incluye otros éxitos potenciales marca de la casa concretados en “ROCKET FUEL” o el single “ALYGATYR”. También hay espacio para piezas más clásicas de indie-pop, de esas en las que los británicos tampoco suelen fallar, caso del medio tiempo “STRICTLY OLD SKOOL” o una efectiva “CHEMICALS” a medio camino entre The Strokes y los franceses Phoenix. Por su parte, las piezas más reflexivas se concretan en la bonita “THE WALL”, la futurista (y una de las mejores del lote) “T.U.E. (the ultraview effect)”, o una “LETTING GO” que apuesta por la calma como cierre.
Diez nuevos temas (y dos interludios) amparados por esa férrea producción de la que presume el disco –a cargo de Fraser T Smithy y el propio Pizzorno–, que logra su propósito cuando se trata de materializar una identidad global. La esperada continuación de "For Crying Out Loud" (Sony Music, 17) no es el mejor disco de Kasabian, pero es un trabajo ambicioso y empeñado en mirar hacia adelante con la intención de mantener ese estatus de banda de estadio en Inglaterra. Una interesante colección de temas que según el momento resulta sugestiva o más vertical, y que insinúa que el talento creativo continúa latiendo en Kasabian. Concretamente en un Sergio Pizzorno que, de paso, sale confirmado y más que airoso en su recién adquirido papel protagonista tras el micro.
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