No sabemos si Kakkmaddafakka se han hecho mayores o no, pero nos gusta el rumbo que toma su tercer disco: más sosegado, tejido con preciosas melodías y guitarras nostálgicas que tanto nos emocionan en Diiv o Wild Nothing. Basta con escuchar las exquisitas “Galapagos” y “May God”, una evolución natural y creíble en su sonido. Y es que ya hace cinco años que los de Bergen publicaron “Hest” y se notan los kilómetros y lo aprendido. Se aprecia un giro introspectivo, una voz que se cuestiona todas esas preguntas existenciales que tarde o temprano llegan (“Young You”). “KMF” sigue invitándonos a la pista de baile con temas como “Change”, “Language” o la discotequera “Lilac”.
Doce canciones que gustarán tanto al que busca redimirse con coreografías de gimnasia festivalera, como al que prefiere escucharlo contemplando una puesta de sol (“Superwoman”). Perduran las influencias de ritmos africanistas (“Empty Streets”) y los flirteos reggae (“No Cure”). Libre albedrío musical, polimórfico y excitante. La prueba de que los noruegos siguen haciendo lo que les viene en gana y parecen divertirse, sin dejar de explorar sonoridades y adentrarse en nuevos terrenos líricos.
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