La incógnita se ha despejado: _juno son Zahara Gordillo y Martí Perarnau, y se estrenan a lo The Carters lanzando un disco entero casi sin anunciarlo, el mismo día en que se revelaron sus identidades con el single “BCN626”. ¿Y qué hay en este grupo sorpresa? ¿Canciones de Zahara featuring Martí? ¿De Mucho featuring Zahara? Negativo en los dos casos: Zahara & Mucho. Incluso “Los otros”, que sí que empieza más como una canción de la última Zahara (de hecho, así fue concebida), luego muta a otra cosa que no es ni una canción de Zahara ni una de Mucho, y a la vez es ambas. Lo mismo pasa con las letras: sabemos que los dos han compuesto y producido el álbum al cincuenta por ciento, con lo cual, ¿“yo solo quiero caerme en tu cama, y no tengo tiempo de aprovecharte tanto como quiero” es una de las letras de Zahara o una de las de Mucho? Pues podría ser de cualquiera de los dos, la verdad.
Así, ambos artistas han conseguido sortear el primer obstáculo: que esto no sea un disco de uno de ellos con colaboraciones del otro, sino que encuentren un estilo propio. Podemos ver precedentes de “_BCN626” en “Astronauta” y en “¿Hay alguien en casa?”, pero a la vez ninguno de los dos se parece a este trabajo. Y, de nuevo, el costumbrismo de temas como “Olor a mandarinas” lo tenemos en “Déjame entrar”, pero a la vez podría ser el de “Soy un aeropuerto”; el estribillo de “A dos metros bajo tierra” es cien por cien Mucho, pero a la vez esa misma melodía nos recuerda a temas de la jiennense (¿hay un guiño a “Bestia”?).
Y no solo les tenemos a ellos: a veces el disco nos hace pensar en Sufjan Stevens (“He visto cosas que solo tú has visto”), en el ambient espacial de Dasha Rush, en los jugueteos electrónicos de Trent Reznor y Atticus Ross, incluso en los toques espirituales de la Florence de “Ceremonials”. Y, por supuesto, encontramos esos pasajes instrumentales que nos pueden recordar a M83 o a Bon Iver (el inicio de “Los otros”, por ejemplo, no puede ser más ese “Ghost Stories” de Coldplay donde a su vez se habló de la huella del estadounidense), además de las declaradas influencias de James Holden, Caribou o hasta Pink Floyd. En definitiva, nombres aparte, se trata de nuevos caminos que Zahara y Martí deciden explorar con bastante fortuna, y que se hacen notar especialmente en la última parte del disco: la combinación “Manitoba Faraón” + “Domingo de resurrección” es brutal, y “Déjame entrar” termina de poner la guinda.
Los dos artistas comentan además que han querido a un lado las pretensiones comerciales: aquí no hay ningún hit clarísimo nivel “Hoy la bestia cena en casa” o “Las ventanas se encienden”, sino una preciosa (que no ñoña) apuesta por la intimidad. Quizás “Casamurada”, uno de los mejores temas del conjunto, nos sirva para ilustrar esto: “pensaba en tu belleza en cada calada / en guardar ese instante conmigo eternamente / aunque quién coño sabe qué significa siempre” comienza Zahara, a la que luego se unirá Martí (“pensaba que el viaje era hacia algún lugar / y era hacia tus entrañas”) en una de las secciones del álbum donde mejor empastan sus voces, un dueto clásico pero a la vez experimental. Ambos hablan de próximas canciones y, si bien el “debut” es estupendo y aún estamos degustándolo, no podemos tener más curiosidad por cómo sería la continuación. Habrá que estar atentos a los movimientos en Júpiter.
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