Waiting Game
DiscosJunior Boys

Waiting Game

8 / 10
Carlos Pérez de Ziriza — 23-12-2022
Empresa — City Slang

Leo que Dominic Haley, un crítico de Loud and Quiet, define este disco como el equivalente musical a “Nighthawks”, el famoso cuadro de Edward Hopper en el que una pareja y un hombre solo toman un café en un estilizado local perdido en la noche de cualquier ciudad norteamericana de los años cuarenta del siglo pasado. Y se me ocurren pocos paralelismos más acertados para singularizar este grower absoluto, sexto álbum en la carrera de Jeremy Greenspan y Matt Didemus, en el que parece no ocurrir nada hasta que te embarga por completo la apabullante hondura que transmite su inédita apuesta por el decapado de sus composiciones, por la supresión del ritmo que habían llevado a su máxima expresión en su precedente, "Big Black Coat" (2016), por la indagación en un paisajismo nocturno, envolvente y espacioso que está más cerca de Talk Talk, The Blue Nile o David Sylvian que del r’n’b digital y minucioso que habían explorado en otros trabajos (igualmente sensacionales) como "Last Exit" (2004) o "It’s All True" (2011). Junior Boys eran y siguen siendo enormes, por mucho que ninguna de sus canciones sobrepase los siete millones de escuchas en Spotify. Conviene decirlo más.

En esencia, este es posiblemente el disco más made in Jeremy Greenspan de entre todos los que han hecho. Con Matt Didemus pasando los sucesivos confinamientos en Berlín, donde reside hace más de una década, fue Jeremy quien se sacudió el muermo de la inactividad escénica y el cierre de clubs mediante largos paseos por los alrededores de su Hamilton (Ontario, Canadá) natal, empapándose de sonidos de campo, cazando al vuelo conversaciones ajenas, desligándose de las músicas de actualidad. De hecho, reconoce estar volviendo a sus viejos discos de Steely Dan y Prefab Sprout. Y aunque puede que algunos cortes bordeen el muzak en su condición de composiciones a medio hacer, como elegantes despojos de un cambio de método que tiene mucho de work in progress (pienso en “Dum Audio”, donde se permite el lujo de cantar en un latín camuflado por vocoder, o en la funcional “Fidget”, que parece más un interludio que una canción con cara y ojos), cuando miran de frente a la inspiración mas genuina de sus mejores momentos, lo clavan. Totalmente.

Tanto “Thinking About You Calmed Me Down”, en forma de dueto con la voz de Alanna Stuart, como “Yes II”, son sobresalientes piezas que enlazan con su pasado e incluso con la reciente discografía de Jessy Lanza (que ellos mismos produjeron). Pero son el crescendo minimalista de “It Never Ocurred To Me”, la melancolía desarmante de “Samba On Sama” (con el saxo del también canadiense Colin Fisher, al servicio de The Constantines o Born Ruffians en otras ocasiones) y la serena sensualidad de “Waiting Game” las que acaban convenciendo de que estamos ante otro de esos discos que destilan una clase descomunal. Absoluta marca de la casa.

 

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