Cualquiera que se acerque a este disco con la única información de que es un debut, alucinará. Luego posiblemente caiga en la cuenta de que los miembros de Junco y Mimbre no son novatos: en su mayoría proceden de formaciones como Wood, Furguson o Germà Aire. O en que Núria Graham y Jordi Casadesús han estado a los mandos de la producción. Pero la sensación de apabullante solidez permanecerá. Porque lo tienen todo. Y lo tienen muy pronto.
La disparidad de registros, la capacidad de alterar tempos que responden a diferentes estados de ánimo (a veces dentro de una misma canción, como ocurre en “Cada cop”), el poder de evocación que genera la voz de Maria Espinosa (fan confesa de Stereolab y Sonic Youth, dos nombres que se quedan cortos para explicar a Junco y Mimbre), la habilidad para asestar golpes secos – el minuto y medio de “Mar i lava” o de “Paradís”, que hace honor a su nombre – o para madurarlos con desarrollos que prolongan el hechizo hasta rozar los cuatro (“Paret de metall” es como su wall of sound particular) y su excepcional forma de conjurar los espectros del mejor indie pop de los ochenta y los noventa sin por ello dejar de sonar a un disco de 2020, combinando linaje y una lectura muy generacional, con la suficiencia de los mismísimos Real Estate, Rolling Blackouts Coastal Fever o Wild Nothing.
Comparaciones que no son halagos hiperbólicos, ni mucho menos. Son simplemente los que merece tan extraordinaria primera entrega, dotada de un pellizco tan especial que es complicado expresar con palabras.
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