July Flame

Recuerdo perfectamente la actuación de Laura Veirs en el auditorio del Fórum de Barcelona dentro de la programación del Primavera Club compartiendo cartel esa noche junto a Cat Power. Dos heroinas de la canción muy distintas en su aparente fragilidad. La primera más escorada hacia la inocencia luminosa y tibia del folk tan bien tramado como clásico, y la segunda hacia la desesperación del blues y el soul más oscuro. Dos caras diferentes, pero que a la vez formaban parte de una misma moneda a la hora de mostrarse ante el público con esa actitud rematadamente indie. Totalmente ajenas a focos mediáticos o a protagonismos soberbios repletos de malentendidos. Y así, a golpe de grandes canciones, pero sobre todo de discos tan redondos como sus dos anteriores entregas “Saltbreakers” o “Year Of Meteors”, la cantautora y guitarrista de Seattle, afincada ahora en Oregon, se ha labrado una carrera que ha pasado demasiado desapercibida. Tanto que ahora sería de recibo ensalzar hasta el delirio con esta nueva entrega de canciones para ver si con ello deshacíamos uno de esos injustos misterios por los cuales, otras féminas de mejor ver como Neko Case o Jolie Holland, se llevan una mayor gloria y mejor prensa. Pero tampoco vamos a exagerar. Hay quién ha escrito que este es el mejor disco de Laura Veirs y sin estar de acuerdo del todo (los dos anteriores contienen mejores canciones) sí que se aprecia un intento nada disimulado por dotar a sus temas de un mayor lujo de detalles en los arreglos (violines, slide, teclados...) que adornan y dotan de mayor robustez a unas canciones tramadas a partir de pellizcar las cuerdas de su acústica y esa voz que sin ser angelical del todo si tiene un timbre de una personalidad innegable. Laura Veirs merece más atención de la que el mundo le ha prestado, pero ella sigue tozuda empeñada en demostrar que tiene cosas que aportar al folk del nuevo milenio y con discos como este pocos podrán negar la evidencia de que posee un talento especial para mostrar unas tonadas de una sensibilidad tan frágil como delicada, tan deliciosa que no merece ser ensuciada con palabras que no sean de elogio.