A estas alturas hacer un disco country se ha convertido casi en la norma, normal cuando todo el mundo desde el mainstream, como Beyoncé, a artistas independientes, Bonnie 'Prince' Billy o Angel Olsen, sin olvidar a Lana del Rey que viene anunciando disco country desde hace años, ha hecho uno, pero lo de Julien Baker y Torres puede tener una justificación mayor que seguir una tendencia de moda, y es que ambas fueron criadas bajo esa música.
Mackenzie Scott, que es el verdadero nombre de Torres, creció en Georgia a base de góspel y country, mientras que Baker lo hizo en Tennessee, la cuna del Grand Ole Opry, escuchando a Merle Haggard, Loretta Lynn o George Jones. Así que si a eso le sumamos el rechazo que producía en sus comunidades su homosexualidad ya tenían un vínculo que les ha llevado a grabar este disco, “Send A Prayer My Way”, que puede ser visto como un homenaje pero también como una forma de reimaginar el género desde una óptica LGTBIQ+, tan alejada de los mitos fundacionales del género.
El resultado está bien pero creo que se queda corto, ya que musicalmente no se arriesga mucho, este es un disco que suena a Emmylou Harris tocando con Lucinda Williams, es evidente que puede que nadie les estuviera pidiendo que readaptaran el género, como sí ha hecho Beyoncé, pero quizás sí que se podría haber pedido un poquito más de riesgo. Puede que sus raíces hayan tirado mucho pero este es un disco que se mira en el country tradicional, pedal steels, armonías vocales, banjos y corazones rotos (aunque sean por personas del mismo sexo).
Hay buenas canciones aquí, "Sugar In my Tank" tiene un estribillo irresistible, en "Sylvia" sus voces empastan a la perfección o el divertido final con "Goodbye Baby", temas que dejan ver que hay química entre ellas pero también que son capaces de sacar un disco mucho más potente que este "Send A Prayer My Way" que queda como una amable curiosidad más que algo imprescindible en el notable catálogo de ambas artistas.
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