Con Juliana Hatfield siempre he tenido una gran afinidad. Somos de la misma quinta y eso ha hecho que hayamos mamado la misma música. Diría que compartimos bagaje y su carrera siempre me ha parecido de lo más respetable. Tanto que ¡Oh sorpresa!, acaba de editar un disco bastante digno que, de hecho, me parece que se encuentra casi a la altura , aunque sin superarlo, al editado por Courtney Barnett el año pasado, y supera con creces al, para mi, algo decepcionante “Remid Me Tomorrow”de Sharon Van Etten. Sharon, querida, aprende de esta veterana de Boston y su discípula australiana más aventajada, si lo que quieres es hacer un disco con el indie-rock por montera, y olvídate de buscar la inspiración en la maquinitas. Mucho mejor sonar a pelo; guitarra, bajo, batería, más una voz sin filtrar, pura y experimentada.
Estamos por tanto ante un disco que redondea una carrera y que además significa una vuelta al redil de su protagonista. No en vano recupera el hilo estilístico y argumental de “Pussicat” (2017) y más si tenemos en cuenta que venía de grabar el año pasado un álbum tributo a Olivia Newton John. Disco que por otro lado resulta de lo más edificante. Pero, experimentos nostálgicos aparte, la esencia del indie rock noventero vuelve a rezumar en este nuevo álbum gracias a temas como la cruda “All Right, Yeah” y ese crepitar de guitarras tan característico. ¿Por dónde andará Courtney Love ahora mismo?. De hecho, solo hay que dejarse llevar por su arrebatador inicio, con la hipnótica melodía de “Staying In” heredera del legado de la Velvet Underground, para darse cuenta del potencial del álbum. Un disco apuntalado por buenas melodías (“Sugar”) y un sonido que te vuelve a situar a esa época en la que reinaban Pixies o Throwing Muses.
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