En “40 oz. to Fresno” no hay relleno; de hecho, no sobra ni una sola nota en ningún corte. Expertos en el fino arte de las canciones certeras, Joyce Manor vuelven a firmar un disco sucinto: nueve canciones despachadas en solo diecisiete minutos. Hagan cuentas. Los temas incluidos en este sexto trabajo rara vez superan los dos minutos, a excepción del tema inicial, una estupenda versión del “Souvenir” de Orchestral Manoeuvres In The Dark, ese grupo inglés ochentero de pop electrónico al que recordamos por el himno antibelicista “Enola Gay”.
Pasan los años –más de catorce llevan juntos en esto– y Joyce Manor siguen sumando discos interesantes, haciendo lo que más les gusta y con los pies en el suelo, conscientes de la suerte que tienen. En “You’re Not Famous Anymore”, de hecho, Barry Johnson, su cantante y guitarra, aborda el tema de la fama dirigiéndose a una estrella del rock defenestrada detrás del mostrador de una tienda de comestibles: “Trabajas en una tienda de comestibles / Sin ‘meet and greet’, sin UK tour / Ahora ya no eres famoso”.
Los californianos empezaron como tantas otras bandas de punk pop bajo el influjo de Descendents, Jawbreaker y Blink 182, y disco a disco fueron encontrándose a ellos mismos. Ahora ellos son una influencia para muchas bandas jóvenes entregadas a su cancionero, con un estilo especial y reconocible, que consigue tocar la fibra con aparentemente muy poco. En ese sentido, este sexto trabajo con guiño a Sublime en el título suena esencialmente a Joyce Manor, sin muchos más aditivos o pretensiones.
Los de Long Beach –esta vez con Tony Thaxton (Motion City Soundtrack) a la batería– son muy buenos en esto de armar canciones ultrapegadizas disparadas al corazón con la puntería de un francotirador. Pienso en la agridulce “Don’t Try”, con una estrofa melancólica y un estribillo memorable; “Did You Ever Know”, un temazo que ya le gustaría al bueno de Rivers Cuomo haber firmado; y sobre todo la explosiva “Gotta Let It Go”, con un Johnson bordando diferentes registros vocales.
Hay más. Como decía más arriba, no sobra nada en este breve largo, un disco apuntalado por el ingeniero Rob Schnapf (con el que ya habían trabajado en aquel maravilloso “Cody” de 2016) que también incluye la metafórica “Dance With Me” y recupera viejas composiciones como la veloz “NBTSA” y “Secret Sisters”, una cara B tan buena que merecía ser titular en algún disco.
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