En cierta manera, Idles no son aquello que parecen ser. Un espectador perezoso podría tomarles por el nuevo hype británico de la temporada, mientras que en realidad son unos currantes a quién nadie les ha regalado nada. Fogueados desde 2012 a base de epés hasta llegar a "Brutalism", un primer disco autoeditado en 2017 y posteriormente reeditado por Partisan, Idles han empezado a salir a la luz internacionalmente en el momento justo. Cuando muchos gritan aquello de que el rock ya no le interesa a nadie, de que el punk no tiene apenas sentido a día de hoy, van el vocalista Joe Talbot y sus compadres y se marcan un segundo disco que es pura energía, desmadre y mensaje. Un tremendo “iros todos a tomar por el culo” nada gratuito, sino argumentado con una amplia lista de motivos. Tampoco son los brutos borrachos por los que podrían pasar si no les prestamos atención. Cuando uno les ve sobre un escenario, con su estética, su crudeza y su espíritu arisco, se los imagina del revés partiendo mandíbulas al salir de un pub en Bristol, meándose justo bajo un grafiti de Banksy y echando la pota unos metros antes de entrar en casa. Y mira por dónde, resulta que en sus canciones hablan –de un modo bastante particular, dicho sea de paso- sobre los abusos de poder, la relación con nuestros padres, el machismo cerril, la masculinidad, la xenofobia, la religión, etcétera. Son corderos con piel de lobo. Pero, eso sí, corderos que están muy cabreados con la mierda de mundo en el que nos ha tocado vivir. Tanto es así, que en sus manos hasta el "Cry To Me" de Solomon Burke toma un sentido distinto al original.
Pero vayamos a la música. Su cemento armado es fruto de pasar por la hormigonera las discografías de –por poner algunos ejemplos válidos que tengan el gancho suficiente para captar su atención, amigos lectores- The Jesus Lizard, Swans, Black Lips, Les Savy Fav, Sleaford Mods, Metz, Protymartyr o los primeros discos de Iceage y Titus Andronicus, y quedarse con los grumos más gordos de la mezcla. Porque algo de cada uno de ellos van a encontrar en la fórmula desbocada de Idles. Algo de ello hay en "Colossus", en "Never Fight A Man With A Perm", en "I’m Scum", en "Danny Nedelko" y en cada una de las doce canciones de este rotundo y arrollador segundo largo. Y así va desarrollándose "Joy As An Act Of Resistance", a través de la voz curtida de Talbot, sobre los ritmos más bien primitivos y las guitarras que le destrozan a uno la piel a raspazos. ¿Qué las guitarras han muerto y ya no le interesan a las nuevas generaciones? Pues muy bien, que les vaya bonito. Yo me voy a pasar una buena temporada metido en "Joy"... como acto de resistencia.
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