Hace más o menos unos ocho años ya advertíamos del potencial de Josh Ritter, y nos llevábamos las manos a la cabeza al comprobar que discos de la solvencia melódica de “The Historical Conquests of Josh Ritter” (2007) o su sucesor “So Runs the World Away” (2010) no tuvieran el impacto mediático que su folk-rock, rico en matices a la par que contagioso, sin duda merecía.
Con el siguiente, el confesional “The Beast in Its Tracks”, casi nos resignábamos a que la fiebre Ritter no fuera a estallar nunca, y que el cantautor de Idaho quedaría como una de tantas “rara avis” de tremendo prestigio, pero poca incidencia, como los más veteranos Grant Lee Philips o Chuck Prophet. Sin embargo, con un disco como “Sermon On The Rocks”, uno vuelve a recuperar la fe de golpe y se ve arrastrado a pregonar la buena ventura de nuevo.
Sí, estimados amigos, Josh Ritter ha hecho EL ÁLBUM; su álbum; ¿el mejor de su carrera? Posiblemente no, pero sí me resulta el más basculado; el más divertido; el más completo y homogéneo y el que entra con una facilidad melódica tan aplastante que te deja deslumbrado a la par que cautivado. En este disco Josh Ritter está pletórico y lo demuestra. Se va a Nueva Orleans y se contagia de un dinamismo, ritmo y color que te deja con un adictivo deseo de volver a reproducir una y otra vez estas doce canciones como doce soles. Ni un solo descarte, nada de relleno. Un tratado de lo que el folk rock de autor puede dar de sí en este nuevo siglo. Con un pie en la tradición y otro en esa belleza de lo simple, lo artesanal y bien hecho.
Si quieres pruebas de que todo lo afirmado con anterioridad no son puras exageraciones de una mente enferma por el entusiasmo te planteo un reto. Da igual por donde empieces el álbum en un orden aleatorio, cualquiera de las doce canciones te acabara atrapando en esa difícil estela de la canción bonita a la par que auténtica. De la balada “The Stone, con ese distinguido toque de guitarra, a la trotona y trepidante “Young Moses” que contiene esa carga irlandesa del norte estadounidense que forma parte del adn musical del autor. Eso por no hablar de un tema tan contagioso de buen rollo como “Getting Ready To Get Down” o la llamada a ese balanceo tenue con los ojos cerrados que provoca una “Seeing Me Round” esplendorosa. Si quieres puedes rematar la jugada con ese salmo de gospel blanco titulado “Home Coming” o acabar con una “My Man On A Horse (is Here)” que al más puro estilo country-surf a lo M. Ward pone fin a un álbum completo como pocos. A disfrutarlo.
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