Renovarse o vivir. Desnudarse y cantar. Seguir hacia delante, pero mirando atentamente el retrovisor. Tras haber bajado a las profundidades del cancionero decimonónico alemán y de la canción popular española junto a su pareja Víctor Herrero, la cantante de Colorado, pero afincada en Vejer de la Frontera, vuelve por sus fueros íntimos para reinventarse y reconocerse en un delicado y conciso álbum de “autoversiones”.
Un ejercicio de destilación musical que tan solo con una guitarra portuguesa, una electroacústica con cuerdas de nylon, un cello y la portentosa voz de Foster , consigue desarrollar durante un poco más de media hora un viaje por varias canciones de “I’m a dreamer”, “This coming gladness” y “Born Heller”
Entre Kipling y Joyce, entre Vashti Bunyan y Joanna Newson, la cantautora americana transita y delimita su propio imaginario reforzando con determinación, ensoñamiento y neblina un cancionero sutil, donde las melodías se van encadenando unas a otras para complementarse o desdecirse.
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