A Manacor
DiscosJorra I Gomorra

A Manacor

8 / 10
Víctor Forés — 04-03-2019
Empresa — Bubota records
Género — Pop-Rock

Si algo tiene Manacor es un imán perfectamente polarizado para atraer una sólida y excelente escena musical en Mallorca. ¿Y qué tienen que ver muchos de los grupos de la última década en este municipio? Su maquinaria compositiva. Miquel Serra, Roig!, Saïm, Manfel o Pujà Fasuà son y eran grupos con un denominador común: Jorra Santiago, el artífice de Jorra i Gomorra. El manacorí ha ido cosechando un legado empírico y talentoso que le lleva a una etapa creativa muy personal y definida y que ya alcanzó una gran solidez con su último trabajo, “Música sèria” (Bubota, 17). Ahora continúa en una exquisita línea con el reciente “A Manacor” (Bubota, 18), una oda sonora al lugar que le vio nacer y, con el paso de los años, establecer un monopolio artístico de indudable calidad. En esta ocasión, Santiago se ha rodeado de dos de sus compañeros de aventuras más fieles, los hermanos Carlos y Daniel Gómez, a la guitarra y batería respectivamente, y de Biel Riera al bajo.

“Badam”, el primer tema, abre el primero de los seis caramelitos que no superan los veinte minutos de duración en su conjunto. El claro ejemplo de que lo bueno, si breve, dos veces bueno. Lejos del chovinismo, “A Manacor” es el dibujo satírico de un Manacor con sus cosas buenas y no tan buenas. Pero un dibujo correctamente ejecutado. “A Manacor” y “Un bon dia” son las dos dedicatorias más explícitas a esta comunidad del este de Mallorca, con referencias a su día a día y una ironía sutil que pone la guinda a una composición notable. Se trata de un disco redondo que apuesta ciegamente por los recursos melódicos en sus líneas de guitarra y voz, con una producción pulcra, cocinada en Estudis Favela por Pep Toni Ferrer i Michael Mesquida, y que no pierde la esencia de sus trabajos anteriores sin dejar de lado la innovación.

“Obac”, “He caigut begut” y “El dormir” conforman la segunda mitad del disco, con una temática distinta que aúna pinceladas llenas de matices, efectos y teclados que dejan con ganas de más. La banda sonora perfecta para un paseo por el municipio protagonista, pero con tintes de la Toronto de los años ochenta. Eso sí, con menos laca y menos Rafa Nadal.

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