Call The Comet
DiscosJohnny Marr

Call The Comet

7 / 10
Raúl Julián — 20-06-2018
Empresa — New Voodoo
Género — Rock

A Johnny Marr le costó lanzarse en solitario después de coliderar uno de los grupos británicos más profundos y trascendentes de la historia, escribiendo junto a Morrissey las canciones eternas de The Smiths. Posteriormente el mancuniano creó Electronic con Bernard Sumner (de New Order), formó parte efímera de The The, Modest Mouse o The Cribs, e incluso se puso tras el micrófono en el nada desdeñable “Boomslang” (IMusic, 03) firmado junto a The Healers. Proyectos a través de los cuales fue perfilando su propio estilo, hasta que se desató definitivamente hace cinco años con un disco tan atractivo y directo como “The Messenger” (New Voodoo, 13). Sólo una temporada después refrendaba esa posición destacada que uno de los mejores (y más imaginativos) guitarristas de su generación merecía, gracias a la solvente continuación que fue “Playland” (New Voodoo, 14).

El autor presenta ahora su tercer disco con la prensa de su país dándole ya trato preferente y, como no podía ser de otra manera tratándose de un icono de la música británica, entrega un compendio de indie-rock tradicional de esos que siempre resultan satisfactorios. La ambición retomada de Marr se concreta en canciones extensas que se acercan o superan los cinco minutos de duración, con líneas de guitarras marcadas y descriptivas, y un mensaje crítico ante el actual entono político. “Call The Comet” (New Voodoo, 18) incluye varios temas realmente inspirados dentro de sus parámetros, y además presenta acertadas variaciones de rumbo. El elepé alberga creaciones verticales del tipo de “Bug”, la britpopera “Rise”, el single “Hi Hello”, la irresistible “The Tracers” o la final “A Different Gun”. Pero también desviaciones hacia ambientes más oscuros, con el post-punk creíble de “New Dominions” y “Actor Attractor” o la atmosférica “Walk Into The Sea”.

El álbum hubiese aumentado efectividad de haberse concretado en diez piezas, y tras suprimir alguno de los cortes más prescindibles de su segunda mitad como “My Eternal” o “Spiral Cities”. En cualquier caso, Johnny Marr no encontrará problemas para refrendar posición como seguro fiable a la hora de tratar rock clásico británico al amparo de su propio prisma. Unas habilidades y preferencias actualizadas para mostrar a un autor que funciona, al mismo tiempo y con idéntica solvencia, como influencia y como artista absolutamente contemporáneo.

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