La siempre caprichosa escena musical patria continúa dejando casos fragrantes de difícil explicación, al menos atendiendo a unos niveles de repercusión poco consecuentes con los méritos artísticos de algunas bandas. Es el caso, por ejemplo, de Johnny B. Zero, una formación que desde el principio ha demostrado buen gusto compositivo, además de olfato para concretar no pocas dianas difícilmente esquivables.
Una afirmación sustentada sobre los álbumes previos de los valencianos, durante los cuales ya habían demostrado solvencia y pericia cuando de facturar buenas canciones se trataba. Un arte que confirman a lo largo y ancho del presente ‘Violets’ (Rock From The Future, 22), elepé variado en géneros y estilos que, efectivamente y de nuevo, viene protagonizado por mayoría de aciertos. El trabajo se abre con ese single inmediato a medio camino entre indie-pop clásico y resquicios setenteros (y deudor de Gruff Rhys o The Beach Boys) que es “There’s No Place”, y continúa con el funky indiscriminado de “Be True Be Sexy”, pieza que podría haber facturado el mismísimo Fantastic Negrito.
El asunto continúa con “Dearest One”, corte sedoso e insinuante que remite en la lejanía a John Lennon y pausa momentáneamente el ritmo, lo justo para que llegue “Violets”, otro sencillo en potencia que apuesta por power-pop (y Weezer) y cierra una primera mitad de gran efectividad. Por su parte, “Overcome By Love” y “Sentimental Education” parecen sacadas de una ópera rock vintage con trazos de rock progresivo, mientras que “Silly Things” es un vuelco descarado hacia el soul. Ya en el tramo final aparece “Mondo Kane”, con un componente emocional que funciona, así como la definitiva “No Sounds To Be Echoed” confirmando el buen sabor de boca al tiempo de apurar algo de épica.
Johnny B. Zero amplían (y depuran) los colores de su paleta sin descuidar la esencia básica del grupo, que no es otra que la de ceder el protagonismo principal al poder latente en las propias canciones. ‘Violets’ apunta con ambición en diferentes direcciones y, lo que podía haber sido un cajón de sastre de difícil comprensión, termina siendo un trabajo imaginativo y de lo más jugoso que también cuenta con las colaboraciones de Maika Makovski y Natxo Tamarit (de Los Zigarros).
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