Que a John Grant le gusta jugar al límite es algo sabido, con el vocalista apurando siempre opciones y mostrando una tendencia poco disimulada hacia la grandiosidad y el exceso. Por eso y al menos de inicio, no debería sorprender toda esa avidez desmedida que destila el que ya es su quinto álbum de estudio en solitario del ex The Czars. Sin embargo, el artista afronta en la presente referencia un paso adicional con respecto a esa estela dejada por su trayectoria previa y que incluye títulos tan destacados como ‘Queen Of Denmark’ (Bella Union, 10) o ‘Grey Tickles, Black Pressure’ (Partisan, 15). Y es que ‘Boy From Michigan’ (Partisan, 21) bien podría ser el trabajo más ambicioso del norteamericano hasta la fecha, con el que asume niveles inéditos de excentricidad y riesgo.
Un trabajo conformado por piezas extensas que rondan los seis minutos de duración, en una apuesta que con frecuencia incluye un tropel de sintetizadores y teclados haciendo equilibrios sobre esa línea que separa el efecto de la mismísima saturación. Son un total de doce nuevas composiciones influenciadas por Brian Eno, el David Bowie más dramático, Gary Numan, el krautrock alemán, e incluso (durante sus ramalazos más cinematográficos) por aquellas bandas sonoras con la firma de John Carpenter. Este es, durante algunos de sus pasajes, otro disco emocionante del autor, que mantiene esa sensibilidad innata concretada en canciones tejidas a partir de miedos y obsesiones. Pero también es un producto que, por momentos y en pleno exceso de laboriosidad, puede llegar a tornarse aburrido, cargante y excelso, en un error de cálculo demasiado evidente. Entre los aciertos cabe citar la propia “Boy Of Michigan”, “County Fair”, la inquietante “The Rusty Bull”, “The Only Baby” con su agonizante parte final, “Billy”, o esa “Rhetorical Figure” en la que el cantante se relaja mientras juega a ser John Maus.
‘Boy From Michigan’ (Partisan, 21) es una obra de asimilación lenta y complicada digestión, que a lo largo de hora y cuarto roza el barroquismo en numerosas ocasiones. El John Grant desafiante de la portada (luciendo a medio camino entre súper héroe y villano) alcanza también al contenido, aludiendo a una confianza en sí mismo que plasma adecuadamente en algunos cortes, mientras que en otros no encuentra acomodo y termina por resultar contraproducente. Y es que, empeñado en huir de la discreción, al músico se le ha ido la mano tanto con los adornos como con la duración y la producción. Circunstancia que tiene como consecuencia un trabajo en el que ese tipo de piezas emocionantes marca de la casa, quedan más difuminadas entre el conjunto que de costumbre.
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