La pena no es cómoda

DiscosJimena Amarillo

La pena no es cómoda


7 / 10
Fran González — 18-05-2023
Empresa — Mushroom Pillow
Género — Indie pop

Quizás Jimena Amarillo no haya pedido llevar sobre sus hombros esta pesada carga, pero le guste o no a la aludida, su música ha logrado convertirse en el mejor nexo de unión entre generaciones en los últimos tres años. En la misma línea de su debut (es decir, a corazón abierto, con las emociones claras y el café bien espeso), nos llega su esperado segundo álbum de estudio, “La pena no es cómoda”, una apresurada diligencia de doce canciones donde la joven artista valenciana confirma que solo había una forma posible de seguir avanzando en su prometedora propuesta, y ello pasaba por escalar un nivel más en la crudeza, la honestidad y el drama de su entrega.

Lejos de parecernos redundante en las formas, Jimena nos revela desde la ternura los diferentes sustratos que subyacen en el malestar, pasando de su habitual poética costumbrista (“Llego a mi casa, sé que te quiero pero se me pasa, voy a fumar un poco a la terraza mientras me bebo el café en una taza… y poto”, sentencia en “Baldosas”) a la auto-flagelación más cruel (“Mirando palabras en un buscador, me duele todo lo que tenga que ver con amor”, describe entre la sucesión de cadencias emo de “Porque tú lo sabrías”), y todo ello por medio del abecé de una artista que ha demostrado romper con las etiquetas al uso en pos de darle forma a un discurso cristalino y empático de calado preciso. Herramientas con las que, además, la valenciana logra huir con acierto de la reiteración y lo superfluo, pues, a pesar de su bisoñez, ésta parece tener bien claro que solo con la autenticidad en bruto logrará encajar entre sí pistas que, a priori, lucen tan dispares: que si pasajes que transitan por las oscuras claves del UK garage y la electrónica (“De la cabeza a los pies” o “Interludio Lucía”), que si briznas de distorsión y shoegaze rugoso (“Tu sangre de la mía”), o directamente, ese paso de la tradición y el temple de Carlos Cano a los mimbres de un renovado himno centennial (“María La Portuguesa”).

Como viene siendo regular en cada una de sus entregas, las letras de Jimena son pura fantasía (“Los sueños duran muy poco, así que tú no lo eres”, recita en esa suerte de minimalismo bedroom dosmilero que es “Billete de amor”). Pero lo que nos hace detenernos y admirar “La pena no es cómoda” como bien se merece, es el hecho de ser un disco puramente hecho por y para ella (desde la misma portada, hasta el último acorde). Sin voces añadidas ni aditivos de recargo que adulteren su esencia. Y casualmente, con esto no solo logra entregarnos sus mejores y más ásperos relatos hasta la fecha, sino también una producción exquisita, repleta de bases, beats y arreglos de escándalo (su ya conocida magia multifacética toca techo en piezas como “Tarde de sosiego”, pero su melancolía innata no requerirá de grandes castillos de naipes para tocarnos la fibra, tal y como revela en “Quiero que me mires”, u obligarnos al contoneo irremediable con “Fino como un alfiler”). Una prueba empírica de cómo Jimena Amarillo, conjugada en singular, es capaz de enamorarnos en apenas media hora.

 

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