Del tercer trabajo de Jet Lag se pueden decir muchas cosas y eso es muy positivo en un mundo en el que se editan tantas referencias muchas de las cuales apenas provocan indiferencia. Se puede decir por ejemplo que es un disco trazado con pretensiones de altos vuelos y que por eso a más de uno le puede resultar hasta pretencioso.
Del tercer trabajo de Jet Lag se pueden decir muchas cosas y eso es muy positivo en un mundo en el que se editan tantas referencias muchas de las cuales apenas provocan indiferencia. Se puede decir por ejemplo que es un disco trazado con pretensiones de altos vuelos y que por eso a más de uno le puede resultar hasta pretencioso.
Se puede decir también que rezuma gran seriedad en el acabado y que anda tramado con una dedicación en las texturas que en ocasiones está incluso por encima de las ideas. Podríamos añadir que es un disco que marca un nuevo rumbo a seguir por la banda y que, cuando algún día lo dejen correr, siempre les quedará el orgullo de haber perpetrado este tercer álbum. Se trata también de un trabajo que recoge un buen número de colaboraciones internacionales de postín, gracias a la agenda de su guitarra Juan Santaner, de las que me gustaría destacar tan sólo la de Stacey Earle porque canta en mi canción favorita del álbum, “The Sea Below” y porque, de paso demuestra, que más de uno de los temas del disco hubiera ganado muchos enteros con una voz femenina que diera el contrapunto a la algo lineal voz de Pablo García al que le falta fuelle en el susurro. Estamos por tanto ante un disco que combina con eficacia el dream pop ensoñador y orquestal tan propio de las producciones de Dave Fridmann (The Delgados, Mercury Rev, Elf Power) con el universo de bandas que con un pie en la tradición como Lambchop, Dakota Suite o Mojave 3 no renuncian a la emoción y la melodía.
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