Sad And Beautiful World
DiscosJesse Malin

Sad And Beautiful World

8 / 10
Toni Castarnado — 04-10-2021
Empresa — Wicked Cool / The Orchard / Velvet Elk
Género — Alt-Country / Americana

Al bueno de Jesse Malin le han traicionado dos cosas: su fulgurante pasado y éxito con D-Generation y la nomina extensa de amigos músicos que le han acompañado a cada paso. Ambas cosas le han pasado factura. Hasta que no reunió a su banda con un regreso, que tampoco fue para tirar cohetes, y mientras han sonado más los nombres de los músicos invitados que el suyo propio, su carrera no se ha tomado todo lo en serio que merecen sus discos y, desde luego,  hay que destacar su constancia y lo cabezón que es; nunca tira la toalla.

Quizás, si le preguntas a él, no necesite más. Ni tantos aplausos como creemos que se pierden por el camino, ni responder a tantas preguntas, a tantas dudas. A los cantautores de otra época no se les metía tanta presión. Simplemente componían y tocaban lo que creaban, lo demás importaba poco. El resto son factores externos que no puedes manejar y que a veces son solo fruto del azar.

A Jesse Malin siempre lo he imaginado como a ese Joe Strummer al que él idolatra, haciendo su camino sin importarle lo más mínimo lo que piensen los demás, moviéndose por puro instinto. Y a pesar de los casi veinte años de trayectoria en solitario, y a estas alturas ya sin poco a ganar, puede que esta vez sí, le llegue algo que seguro desea: el reconocimiento de los que supuestamente entienden de esto, el halago de la prensa y considerarlo por lo que es sin atender a las celebridades que se le acercan.

”Sad and beautiful world” es un disco en que, como a tantos otros, le ha afectado la pandemia. Por esa razón, por la cantidad de material que acumuló, es doble y está diferenciado en dos partes, la `roots rock´ y la `radical´, aunque en realidad no sean distintos.

Quizás varia la actitud, uno más íntimo (“Crawling back to you” se lleva la palma) y el otro más rabioso. Pero, de haberse respetado el orden en un mismo conjunto, las canciones hubiesen mezclado bien. En esa segunda parte, “Todd Youth” (dedicada a su amigo desaparecido) y “A Little death” tienen un aire a encuentro improvisado en el Studio 54 neoyorquino para mover el esqueleto, y sí, en “Dance with the system”, hay más brío, más guitarras, pero de ese lote me quedo con la pausa moderada de “The way we used to roll”.

Por tanto, y a falta de más reacciones, Malin ya tiene ese disco que cuando sea un viejito y le pregunten de qué se siente orgulloso, podrá poner como ejemplo esta obra. Por cierto, aquí también hay invitados, pero eso esta vez no importa, el protagonista absoluto es él.

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