La artista de origen francés podría haber tirado por el camino fácil. Nadie se lo habría reprochado. Su abrumadora presencia escénica, junto a sus sobresalientes facultades vocales y el espléndido trabajo de sus compañeras de Savages, convirtieron al grupo británico en uno de los más justamente respetados de la era reciente. Pese a ello, Jenny Beth sentía que la rutina estaba a la vuelta de la esquina, de modo que ha preferido empezar casi de cero con su primer trabajo en solitario.
El resultado de su inquietud está a la altura de unas expectativas acumuladas –el magnífico "Adore Life" de Savages data de 2016–, pero Jenny Beth se aleja lo que puede, y hace bien, del sonido de su grupo. El resultado es un disco valiente y dislocado, que tiene en la honestidad brutal y los extremos, entre el grito desafiante y la vulnerabilidad, su mayor baza. Los ropajes instrumentales contemporáneos y el punto justo de experimentación funcionan. Atrás quedan las comparaciones con Siouxsie y los mimetismos hacia cierto post-punk vintage (cuya filosofía sigue presente): en "To Love Is To Live" hay una apuesta firme por aventurarse en arenas movedizas. Apoyada por su cómplice y compañero sentimental Johnny Hostile (con quien ya tuvo, años atrás, la aventura musical John & Jehn), productores de pedigrí como Flood (Depeche Mode, PJ Harvey) y el NIN Atticus Ross, y apariciones estelares como las del actor Cillian Murphy y Joe Talbot de Idles, Beth explora terrenos sintéticos, cuasi industriales y atmosféricos, mientras su voz se convierte en el instrumento principal.
Una voz con una amplitud de registros prodigiosa, capaz de pasar del desafío macarra sin restricciones de la musculosa “I'm The Man” –arrollador híbrido del último Bowie y NIN– a la sensualidad descarnada de “Flower” y su poderoso estribillo o la dulzura romántica de “The French Countryside”. La melodía de “We Will Sin Together”, el pulso rítmico de “Heroine” o las cacofonías electrónicas de “How Could You” ponen argumentos musicales. Con “Human” y su apocalíptica visión de nuestra dependencia tecnológica se completa un trabajo que mira a la cara al lado oscuro, pero también a la posibilidad de redención. La desnudez de Jehnny en la portada (“I am naked all the time, I am burning inside” canta en “I Am”) es todo menos casual.
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