El imprevisible y siempre sorprendente Javier Corcobado vuelve a regalarnos una nueva colección de sueños debocados e hiperrealismo moral tras siete años de silencio. “Mujer y Victoria” está vertebrado por doce temas que actúan como síntesis de la atípica y meritoria carrera de este artista. En él podemos encontrarnos los rasgos definitorios de Corcobado, los que le hacen distanciarse del resto y a la vez ser admirado. Desde el contrastado hieratismo fabril de ‘Sin amor no hay nada’ con el que da comienzo el álbum, hasta la envenenada y genial ambigüedad encapsulada en ‘Niña preciosita’, vestida con textos dulces en progresiva oxidación debido al cáustico tono de voz que Javier gasta.
El disco está repleto de geniales complacencias como ‘Canción del puerto’ o ‘El extranjero y su cicatriz’, en las que Corcobado es más Corcobado que nunca. A su vez, ‘Bienestar’ sirve de contraste por su inusitada agresividad y su marcada fluctuación, que en alguna que otra ocasión puede rememorarnos los mejores momentos de “Diminuto Cielo”. Corcobado se siente seguro de lo que hace, y eso se nota en este nuevo disco. El artista no duda en bucear dentro de sus inquietudes más profundas para configurar un trabajo íntegro, marcado por el buen gusto y ese peculiar sabor agridulce que sólo él sabe ofrecer y que queda impregnado indefectiblemente en todos sus temas.
Saborear sus canciones es como masticar chicle de cemento. Algunas de ellas cobran vida tras largos años de hibernación, como es el caso de ‘Lluvia’, ideada durante los años en los que trabajó junto a los Chatarreros de Sangre y Cielo. Otras nacen de la reflexión más profunda, aquella con la que él tanto disfruta y que tanto nos hace disfrutar, mostrándonos la extraña dulzura que alberga el sufrimiento. Podemos encontrar un ejemplo perfecto en las ideas que nutren a ‘Labios Rotos’, uno de los cortes más sentidos del álbum. “Mujer y Victoria” supone un exquisito y esperado regreso. El disco con el que Corcobado culmina la cima de su trayectoria en solitario.
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