¿Puede una banda con más de cuarenta años de historia seguir transmitiendo la frescura de sus inicios en cada nuevo trabajo? Es casi imposible… Pero Jad Fair saca con la misma naturalidad, disco a disco, el conejo de la chistera, sorprendiéndose así mismo y contagiándonos esa desbordante vitalidad juvenil que atesora a sus 63 años.
Half Japanese contraatacan con el luminoso “Why not?”, continuación crujiente del ya notable “Hear The Lions Roar” del pasado año. Siguen sus propias huellas, mostrando las costuras del truco, ignorando patrones técnicos y cualquier convencionalismo, disparando al pecho a quemarropa.
La inocencia efervescente del timbre naif y nervioso de Fair nos impacta como un electro-shock, despejando nubarrones desde la inicial “The Future is Ours” y haciéndonos fluir por su genuino mundo atemporal. Trece nuevas canciones en las que cruzamos los cielos junto a Jad y su tripulación (John Sluggett, Gilles-Vincent Rieder, Mick Hobbs y Jason Willett), chocándonos con asteroides, amores pasados, demonios, extraterrestres, zombis y un sin fin más de personajes de serie b.
El latido de la Michigan de su infancia, con los Stooges y MC5 muy presentes, se extiende libremente y nos engulle en un remolino de guitarras distorsionadas y teclados primitivos. Si en el bucle de “Why not?” no podemos dejar de bailar mientras nos centrifugan en una lavadora de dibujos animados, en “The Face”, “Demons of Doom” o la colorida “Amazing”, con un hipnótico órgano y chispeante xilófono, parece que Daniel Johnston se uniera a la fiesta, secuestraran a la Velvet Undergroung y tocaran dentro de un armario hasta convertirlo en nave espacial.
Cerramos los ojos y nos dejamos llevar por el genial fraseo de Jad Fair en “Bring on the Night” y la hermosa “Better Days”, para volver a despegar luego y surcar el universo en la atmosférica “Spaceship to Mars”.
La oda al amor se acerca a su fin con “Why'd They Do It?” y “Magic”, con una rica instrumentación, en las que los trombones se entre cruzan con flautas y violines. Tras “Falling”, volvemos al aburrido mundo real, no nos queda otra… ¿O sí? Dejar que caiga de nuevo la aguja sobre el vinilo y maravillarnos una y otra vez con el universo technicolor que Jad Fair tiene en su cabeza.
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