Hace un par de años, James Blake hacía suyo el “Hope She’ll Be Happier” de Bill Withers, añadiendo a este clásico del soul unas buenas dosis de quietud. Ahora, retoca mínimamente un par de líneas de aquella canción (“I can't believe that she don't want to see me / We lived and loved with each other so long”) para introducir “Radio Silence” en los primeros minutos de su tercer álbum, que acaba de llegar por sorpresa -y también con retraso, ya que se esperaba en principio para la primavera de 2015-, haciéndose un hueco entre los lanzamientos de Beyoncé y Radiohead.
Hace un par de meses, un artista que a priori no comparte demasiadas cosas con Blake, como es Andrew Bird, evocaba también a Withers en su interpretación de “Capsized”, primer single de su nuevo disco, que se presentaba como un inédito ejercicio de honestidad en la trayectoria del músico de Illinois, resultado de enfrentarse a un puñado de decisivas experiencias vitales, con el amor y sus circunstancias siempre en primer plano. De ahí nace igualmente “The Colour In Anything”, en este caso con una ruptura que se arrastra de principio a fin, durante estos 76 minutos de bruma en los que no hay espacio para las imágenes: Blake construye sin artificio un relato en el que abunda el tono confesional, culminando con una canción que en realidad relativiza su propia obra (“All those songs that came before you / They were once awaiting / Music can’t be everything”). Somos otros los que pretendemos llenarlo todo con la música (amor, política, desesperación, miedo…), pero no quedan muchas más alternativas cuando un álbum depara un inicio tan impactante como el de “Radio Silence”, “Points” y “Love Me In Whatever Way”; tres temas que ponen sobre la mesa la diversidad de este trabajo, combinando tensión, profundidad, delicadas líneas de piano y la clase desbordante que ya conocíamos. El tiempo detenido al alcanzar el tercero de estos cortes, suspendido en el aire mientras afuera llega el diluvio.
Con “Overgrown” (2013), James Blake consiguió aquello que está reservado a unos pocos: hacer de su nombre un género en sí mismo, más allá del post-dubstep que invocábamos a ciegas con su primer disco. Han sido muchos los que se han sumado luego a este sonido, desde Låpsley a John Garratt, pero es el autor de “Retrograde” el que más y mejor consigue transmitir, con esas notas de piano que se deslizan en penumbra sobre texturas abstractas, como lágrimas rodando, mientras de pronto aparece un corte oscuro, casi bailable (“I Hope My Life”), en contradicción con la delicadeza previa de “Put Away And Talk To Me”.
Blake nunca ha tenido miedo de enfrentarse a los clásicos (aquí está el ejemplo de Bill Withers, pero antes ya lo comprobamos en versiones como la de “A Case Of You” de Joni Mitchell), y de alguna manera con este álbum también está midiéndose a sí mismo: curiosamente, “The Colour In Anything” dura justo el doble que su debut, extendiéndose a lo largo de 17 canciones en las que este joven británico (aún no ha cumplido 28 años) ha querido ser plural sin dejar que su identidad acabara diluyéndose en la búsqueda de nuevos caminos. Rick Rubin se encarga de la producción, al tiempo que aparecen las colaboraciones acreditadas de Justin Vernon (“I Need a Forest Fire”), Frank Ocean (co-escribe la elegantísima y envolvente “My Willing Heart”) y el guitarrista Connan Mockasin; pero siempre bajo la batuta de James Blake, firmando un trabajo complejo a la vez que sorprendentemente asequible -más aún teniendo en cuenta su minutaje-, brutal en “Choose Me”, desgarrador casi siempre, ocupando todo el espacio posible en “Always” y exhibiendo dinamismo en “The Colour In Anything” (suma y sigue en su lista de prodigiosas interpretaciones), para acabar desnudando su propia música en el vacío absoluto de “Meet You In The Maze”. Después, mejor dejar que el silencio ayude a poner en orden semejante avalancha emocional.
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