Cuando Jake Bugg irrumpió hace cinco años nos dejo a todos boquiabiertos. Su presentación era una colección de canciones notables que combinaba a la perfección el folk norteamericano y la ácida flema británica más deudora de la british invasion. De la mano de Rick Rubin coqueteó con más profundidad con las raíces norteamericanas en otro gran trabajo, pero con su tercer largo algo se torció. Jake se acercó a estilos muy alejados de sus coordenadas y fracasó estrepitosamente. Jugar a ser The Stone Roses era una jugada arriesgada. Siempre lo vi como la versión folk de The Streets, una versión dos punto cero de Badly Drawn Boy.
Si con su primer disco estaba en la veintena de edad, musicalmente parece que con cada disco Jake suma una década a sus espaldas. Ahora tras la crisis de los cuarenta, su disco anterior, se adentra en una especie de AOF (Adult Oriented Folk) que nos deja con más dudas. Ecos a Eagles, America o el Garfunkel más plasta, incluso por momentos suena a Donovan o el Mark Knopfler más yankee.
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