Esto es como poco la “circulatura del cuadro”: uno viene dispuesto a machacar una vez más al no hace tanto decadente mimo-robot por la sobreexplotación de un catálogo del que viene abusando con continuos subproductos inocuos e innecesarios y se encuentra con la que pueda ser su mejor entrega (ponderando el entorno temporal de cada una) desde el ya lejanísimo “Replicas”.
A Numan lo reivindicaron Nine Inch Nails y ahora Gary se inspira en el sonido de los de Trent Reznor y les enmienda la plana con un disco de rock industrial con barniz EBM muy completo y que debería hacer que deje de vivir de los laureles de “Cars”. Puede que haya visto a Dios o que haya perdido la fe, conceptos antagónicos –o no tanto- que aparecían en su anterior “Pure”, pero ha recuperado dos cosas: la inspiración y la batería de verdad.
Ambas cosas dan una riqueza tremenda al sonido y aunque nadie pueda esperar de Numan melodías perfectas, porque nunca ha sido capaz de hallarlas, sí nos envuelve en una atmósfera oscura y densa perfectamente equilibrada (gracias a la producción del Dj Ade Fenton, ya es curioso) entre la industria pesada de los noventa y algún que otro viejo sintetizador analógico. Desde luego, no es un disco apto para un bautizo, pero sí para celebrar una vuelta al primer plano –veremos si momentáneo- del eterno outsider de la electrónica con contenido.
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