A la altura de su quinta entrega de estudio, Jacob Collier sigue siendo un elemento cultural de clasificación compleja. ¿Se trata del salvador de la música dentro del espectro mainstream? ¿Del genio poseedor del método para que el oyente general se exponga a músicas más elevadas que las de su dieta habitual? ¿Es simplemente un ser humano excepcional o una pieza de antropología viviente?
Mientras los interrogantes se acumulan y el tipo sigue siendo el único al que las Crocs le quedan bien en todo momento, llega "Djesse Vol. 4" , que ya de por sí, es un manifiesto de la idea de un artista con una capacidad creativa realmente asombrosa: habría que ver quien más tiene un “segundo disco” que es una obra conceptual dividida en cuatro volúmenes.
Y, como lo demostró en su show de Poble Espanyol del último verano, el no tan joven inglés muestra su gracia sin ahorrarse nada. "Djesse Vol. 4" es una odisea diseñada por una mente brillante que pareciera también sentir. Esa es una de las claves del éxito de Collier, la conexión entre sus capacidad “académica” y su sensibilidad y fuerza emocional.
En términos generales y en consonancia con su obra general, el disco es abarcativo, abrazador de géneros que en este caso amalgama con un marcado dominio del soul a lo largo del minutaje y que deja una posible definición irresistible: "Djesse Vol. 4" es el disco de gospel más loco del mundo.
La lista de invitados es escandalosa, pero no hace ruido en balde. El servicio musical es preciso y las cosas están donde deben. Es interesante comenzar a ejemplificar con “Mi Corazón”, colaboración con el pop superstar latino Camilo quien, sin abandonar su estirpe hortera, se mueve con ductilidad entre métricas no familiares a su propio catálogo, para luego explotar en un coro de sinte gordo con carácter y groove encantador.
Otro featuring de alta gama es el de “A Rock Somewhere” donde Anoushka Shankar y Varijashree Venugopal quienes aportan la épica exótica india a una pieza a la que le cabría perfecto el mote de “world music power ballad”.
Buena parte del recorrido del álbum lo ocupan baladas souleras y progresivas -algunas memorables como “Cinnamon Crush”y “Witness Me” y otras más discretas como “Little Blue” o “Summer Rain”- y los ejercicios conceptuales de alto perfil “Box of Stars, Part I & II” que podrían ser un EP en sí en caso de haberse editado independientemente.
Pero los triunfos siguen con las ochenteras “Over You” (junto al sonrisitas Chris Martin y las interesante kpopers aespa) y la increíble “100.000 voices” que inaugura el disco y abre de par en par la compuerta creativa. Aquí Collier hizo un collage con coros de 100.000 asistentes a sus conciertos, lo combinó con una melodía típica de solista guaperas de pop rock gringo, metió un puente en plan Rush, invocó el espíritu de Frank Zappa con arreglos tan inesperados como impactantes y cuando todo se diluía en una catarata que licuaba white noise, samba y salsa, aparece un final a pleno metalcore gutural y progresivo que derrite-neuronas. A ver si nos entendemos: el tío saca discos por una multinacional, es un actor principal en el negocio a nivel mundial y puede darse estos lujos. Poca broma.
Ese final violento encuentra algo de continuación narrativa en las rockeras “She Put Sunshine” -genial interpretación, vuelcos y giros fascinantes por doquier- y “WELLLL”, -estrenada en el mencionado show de Barcelona del año pasado- en la que toca una extraña guitarra de cinco cuerdas y despliega más aún su particular y vanguardista visión del concepto canción ¿Hace falta decir que en este tema hay riffs a lo Helmet y armonías en plan Freddy Mercury o ya es demasiado?
Es que ese es el excitante lugar donde te puede dejar el hecho de prestarle atención a un disco de este hombre, el de la pregunta constante y el glorioso agregado de una suerte de retroalimentación educativa: a más lo escuchas, más curiosidad te da. Imposible no finalizar con un interrogante pero, de verdad ¿Qué más se le puede pedir?
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