Aunque tienda a usarse con cierta ligereza, en ocasiones la sentencia de que algunas canciones funcionan como banda sonora de una vida contiene todo el sentido y valor. Y es que los temas que conforman “Love and Squalor” (Jabalina Música, 2020), el primer disco largo tras varios lanzamientos en formatos más reducidos de J’aime, proyecto personal de Jaime Cristóbal, mitad de los siempre deliciosos pamploneses Souvenir, así lo demuestran. Una docena de composiciones que funcionan como un bello y emotivo libro de registro de los diferentes estados íntimos sufridos en la relación de pareja con su inseparable partenaire, también en lo artístico, Patricia de la Fuente. Un idilio que, como se desprende del título escogido, se ha alimentado de muchas luces pero de alguna que otra profunda sombra, responsables precisamente de originar este trabajo.
Ataviado de su habitual dominio y gusto para las ricas y evocadoras melodías, el navarro parece no tener fin a la hora de atraer a su particular y, pese a la diversidad, identificativa expresividad todo tipo de matices y acentos estilísticos. Un colorido que llega a lucir en toda su grandeza gracias a una producción cálida pero de imponente paso y a la no menos reseñable alta presencia de músicos invitados. Un despliegue de géneros, ejecutado bajo una batuta común, que complementan con excelencia este álbum fotográfico que va pasando sus hojas alternando episodios de diferente consideración anímica.
La primera de esas instantáneas con la que nos encontramos, “Lonewolf”, posa su pie con incertidumbre, llena de recelos y ocultándose entre su reivindicación de la soledad a ritmo de folk-country delicado y ligeramente susurrante. Una ascendencia estadounidense, que puede incluir desde John Prine a M. Ward, palpable en diferentes piezas, como “Summery Pop Feeling”, que apuesta por ese soleado pero nostálgico ambiente tan ligado a Big Star o The Byrds, o el colofón puesto por “From Rhinestone To Limestone”, que abrigada de una detallista instrumentación nos traslada hasta una situación emocional más estable, reflejando el desarrollo conceptual planteado. Un sonido de raíces que todavía mantendrá su impronta, esta vez teñido de un deje afrancesado y hasta cierto punto naive, proporcionado en buena medida por la sutileza interpretativa aportada por Patricia, en “Toutes les femmes et aucune”. Referentes clásicos que dilatarán hasta alcanzar un rock and roll romántico a lo Bobby Vinton pero servido bajo una atmósfera espectral impulsada por el genuino sonido twang de la guitarra (“Tell Me Not To Weep”) o el vitamínico arranque powerpopero, inducido por The Go-Betweens, al que asistimos en “Second Best”. Mención especifica, por su sentimiento y calidad, merece el homenaje dedicado a su amigo y colega Roberto C. Meyer a través de “Right Behind Your Heart”, presentada sobre un inevitable manto oscuro y crudo -por el que se deja ver el aura de Nick Cave- que remite a la pérdida y la añoranza.
Dentro de todo el bagaje tradicional del que hace gala este proyecto, una de sus más favorables características es no tener ningún reparo en permitir el paso a cualquier influencia susceptible de expandir dicha identidad. De ahí que una faceta más ambiental y paisajística obtenga su manifestación más palpable en los instrumentales “Sydney Creeps”, que linda igual, bañado en melancolía, con el western y el surf, o una “Media Luna” digna de los arrebatos misteriosos de Angelo Badalamenti. Más allá todavía a la hora de incorporar ingredientes llegan “Put Your Lips”, original del citado Roberto C. Meyer y en la que ejercita un perfecto entendimiento entre preceptos primigenios y elementos electrónicos, o la robotizada nostalgia con la que alaba la importancia de la música en una “700.00 Records” donde se incorpora la voz de Françoiz Breut,
Tal y como sucedía en la estupenda película de Stanley Donen “Dos en la carretera”, en la que a través de diferentes saltos en el tiempo observábamos la evolución de una pareja de enamorados, “Love and Squalor” funciona de una forma similar. Surgido de los siempre inspiradores momentos de crisis, el álbum se convierte en un delicado, pero con una alta carga emocional, festín de sonidos que no solo cuentan, sino que consiguen reproducir, toda una galería de sentimientos experimentados por el autor, quien alcanza el incomparable mérito de diluir cualquier barrera entre el hecho creativo y el episodio vital hasta convertirlo en un único y majestuoso territorio.
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