Amor
DiscosIsrael Fernández

Amor

9 / 10
David Pérez Marín — 05-10-2020
Empresa — Universal Music
Género — Flamenco

“Qué cosas tiene el cariño, qué cosas tiene el querer…”. En esos infinitos recovecos, enigmas y lugares comunes del latir, en ese laberinto de luces y sombras donde nos perdemos irremediablemente una y otra vez, ahí se fraguan estas once canciones que hacen volar las raíces del flamenco: en el vibrar de pasiones que no entienden de cadenas, nace (el) “Amor”. En esa suerte de encrucijada se funde el cante de Israel Fernández con el toque de Diego del Morao, dos jóvenes faros del género, rebosantes de jondura y respeto por la tradición y, a la vez, valientes creadores con sello propio a cada paso. “A mi mare abandoné, / por tu querer solamente, / tan solamente, ay, por tu querer, / por tu querer solamente, / a mi mare abandoné… / Ahora me veo solito, / sin mare y sin tu querer”.

Si el cantaor toledano ya nos hizo perder “La luz del entendimiento” en su anterior “Universo Pastora” (18), recorriendo la obra de una de sus referentes (junto con Mairena, Morente y Camarón entre otros), La Niña de los Peines, con una sensibilidad y desgarro que dejaban marca en cada quejío, ahora se parte la camisa y abre el pecho de par en par en “Amor”. Cuarto álbum de Israel Fernández y primero en el que es letrista y compositor, entablando una dialéctica continua entre pureza y modernidad, mostrando la soltura y el dominio de los más grandes en diez palos que siente y transmite como pocos. Brisa fresca que salvaguarda las esencias, impregnándolas de mil olores y colores con un timbre y cadencia de voz única.

Así, amanecemos por cantes de Cádiz en las luminosas “Alegrías de Santa Ana”, morimos en la soledad del castillo recordando “La casa pequeña” en la que fuimos felices, con una malagueña a fuego lento que rezuma verdad y llora sentimiento a la guitarra y garganta, para rematarnos por soleares y tientos, en los resplandores dolientes de “Soleá del cariño” y “La amada”, con las cuerdas vocales de Israel Fernández engañando al tiempo y crujiendo, entre jazmines, flores y desengaños, como la leña en la candela. “Por tenerte al lao mío, / tengo que engañar al tiempo, / que se detengan las horas / para recrearme en tu cuerpo. / Por tenerte al lao mío, / yo no sé lo que daría, / lucharía contra el tiempo / para parar nuestras vidas”.

Con las manecillas del reloj en llamas, el sentío lo perdemos por bulerías, cantando gitano y libre, primero en “Bulería del reproche” y luego en “El anhelo”, sembrando suspiros y dejándonos sin aliento, haciendo jirones el aire y filtrando jondura en sus adentros, dibujando sus propios giros y texturas melódicas cargadas de pasión y poderío. El cuadro desborda compás por los cuatro costaos al completo, repartiéndose palmas y percusiones Juan Grande, Juan Diego Valencia, Luís Periquín, Piraña y Chaboli.

Morao teje una enredadera de luz entre dos amantes inseparables en “La bella murciana” y el hilo se vuelve oro por tangos, con regusto y tempo morentiano, con Israel hilvanando y templando coplillas con una maestría, desparpajo y duende difícil de igualar a sus eternamente jóvenes treinta años, rejuveneciendo y sacandole savia nueva al tronco, añejo e intacto, del flamenco. “Te quiero más que a mi mare / y siento que estoy pecando, / mi mare me dio la vida / y tú me la estás quitando”. Las historias de amores imposibles siguen alimentando la hoguera flamenca y los corazones se pierden y se consumen de tanto querer en “Querencias”, para ahondar después en el veneno de los besos y las heridas del alma por granaina en “El mandamiento” y coronarse por Seguiriya, la “del Desvelo”, dejando que transpiren los aromas tradicionales con extra de personalidad y pellizco innato.

Se despiden por fandangos en “Como yo te quiero”, de nuevo con el eco y el temple de los más grandes, al toque y al cante, fundiéndose en su propia frescura y sensibilidad, con Israel Fernández esculpiendo el aire quejío a quejío, cincelando melodías y versos con una garra contenida en la que termina por estrujarse el corazón con sus propias manos.“Sabrás que salud yo no tengo / desde que tú a mí me has olvidao… / A mí me ha dicho un cirujano que si no puedo curarme, / primita mía de mi alma, que el remedio lo tienen tus manos”.

Once cantes que, como decía Tía Anica la Piriñaca, “saben a sangre”, en un trabajo sobresaliente que palpita verdadero Amor flamenco. Este joven príncipe gitano de sempiternos botines de tacón cubano, pitillos y melena negra al viento, tiene mimbres de rey. Tiempo al tiempo.

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